OPINIÓN

Sánchez, si tanto defiendes a los gazatíes, ¿por qué no los acoges?

Sánchez, si tanto defiendes a los gazatíes, ¿por qué no los acoges?

Donald Trump ha vuelto a mover ficha. Y cuando Trump mueve ficha, medio mundo se revuelve y la otra mitad finge que no le importa. Esta vez, su propuesta es tan simple como demoledora: transformar Gaza en la Riviera del Oriente Medio. ¿Cómo? Facilitando la salida voluntaria de los palestinos de la Franja y dejando el terreno libre para reconstruir una Gaza desmilitarizada. Israel, lejos de quedarse al margen, ha aplaudido la idea y ya prepara a su Ejército para abrir la puerta a esa diáspora.

Y aquí llega lo interesante: el ministro de Defensa israelí, Israel Katz, ha sugerido que países como España acojan a los palestinos que decidan marcharse. ¿España? Sí, España. El mismo país que, bajo la batuta de Pedro Sánchez, no ha perdido oportunidad de condenar las operaciones militares israelíes en Gaza. El mismo Gobierno que se llena la boca hablando de derechos humanos, justicia internacional y solidaridad con los oprimidos.., siempre y cuando esos oprimidos encajen en su relato ideológico.

Porque, curiosamente, la sensibilidad de Sánchez por los derechos humanos se activa de forma muy selectiva. Llora por Gaza, pero guarda un silencio cómplice ante la represión en Venezuela y las violaciones sistemáticas en Cuba. La dictadura de Maduro puede encarcelar, torturar y hambrear a su pueblo sin que en Moncloa se levante una ceja. Y en La Habana pueden seguir apaleando a disidentes mientras Sánchez sonríe en las fotos con Díaz-Canel. Pero eso sí, cuando se trata de Israel, ahí sí que hay tiempo, micrófono y titulares para denunciar.

Ahora, Israel le lanza el guante: si tanto defienden a los gazatíes, que lo demuestren abriendo las fronteras. Así de simple. Aquí es donde el discurso buenista y moralizante de Pedro Sánchez empieza a tambalearse. Porque Pedro Sánchez se hace el valiente en los foros internacionales, muy rápido para soltar condenas desde la comodidad de su despacho, pero cuando toca pasar del dicho al hecho.., la cosa cambia. Acoger a miles de refugiados palestinos no es cuestión de hacerse una foto en Barajas con una pancarta de “Welcome Refugees”. Implica recursos, logística, gestión real. Y ahí es donde el buenismo suele quedarse sin combustible.

Imaginemos la escena: aviones cargados de palestinos aterrizando en España, buscando una nueva vida lejos del terror de Hamás. ¿Los veremos llegar? ¿O Sánchez empezará con sus habituales malabares lingüísticos para esquivar el asunto? Porque criticar a Israel queda muy bien en las redes sociales, pero asumir las consecuencias de esas críticas ya es otra historia.
Mientras tanto, la Unión Europea asiste al drama con su habitual mezcla de impotencia y arrogancia burocrática. Bruselas, ese agujero negro de buenas intenciones y escasa acción, se desvive por emitir comunicados y convocar reuniones que no van a ninguna parte. Llevan décadas condenando a Israel por sus políticas en Gaza, pero cuando alguien –Trump, en este caso– propone una solución concreta, el silencio es ensordecedor. Europa es experta en indignarse desde la distancia, pero a la hora de mancharse las manos, la cosa cambia. Y rápido.

La jugada de Trump, lejos de ser una simple provocación, es una jugada maestra. No solo plantea una salida al eterno conflicto de Gaza, sino que expone la hipocresía de todos esos gobiernos que han hecho de la condena a Israel un deporte nacional. Israel Katz lo ha dejado claro: si España, Irlanda o Noruega se niegan a acoger a los palestinos, su hipocresía quedará al descubierto. Porque una cosa es criticar las operaciones militares desde la seguridad de un parlamento europeo y otra muy distinta es abrir las puertas de par en par a quienes, supuestamente, defiendes.

Y aquí es donde Pedro Sánchez tiene que decidir. Ha de demostrar que su solidaridad con Gaza es real, no solo de boquilla, y acoger a los refugiados. O puede hacer lo que mejor sabe: mirar hacia otro lado, desdecirse y culpar a Franco. Porque, al final, eso es lo que ha hecho siempre. Sánchez se comporta como el clásico bocachanclas de la retórica vacía, pero cuando la realidad llama a la puerta, la respuesta suele ser el silencio.

Mientras tanto, Trump sigue haciendo lo que mejor sabe: proponer soluciones directas, sin rodeos, mientras el resto del mundo se queda paralizado en sus contradicciones. ¿Gusta su estilo? No a todos. ¿Funciona? Sin duda. Frente a la inacción de Europa y el postureo de Sánchez, la propuesta de Trump para Gaza es un recordatorio brutal de que la política no se hace con discursos ni con gestos simbólicos. Se hace con decisiones. Y esa es la diferencia entre quienes marcan la historia y quienes solo ocupan titulares por un rato.

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