¿Sánchez o Abascal?

Abascal

Circula por los mentideros de la España de bien un corte de la entrevista que hizo Borja Sémper hace unos días en TVE. Ya conocen ustedes el percal: el clásico formato para que los unos se relajen, los otros disfruten y en el estado de enajenación buenrollista transitoria cualquiera meta la pata para que haya un vídeo viral hasta el día del juicio final.

En esta ocasión, la pregunta que lo motiva todo es la siguiente: «Señor Sémper, ¿a quién prefiere entre Sánchez y Abascal?». Cualquier mente constitucionalista normal (fíjese que ni siquiera digo facha ni de derechas, ni siquiera de centroderecha: el nivel está tan bajo como «constitucionalista») hubiera respondido lo obvio: que con independencia de las ideas del uno y el otro, Abascal se ha jugado la vida contra ETA por defender sus ideas y sólo por eso hay que estar siempre en su barco. Una respuesta sencilla, basada en unos códigos morales normalitos, que puede entender hasta el más tibio de los rojos y que sólo generaría odio entre los que le iban a odiar aunque dijera que Pedro Sánchez «está muy bueno», como declaman los diputados socialistas en sede parlamentaria sin vergüenza ni pudor.

Les resumo todo lo que ocurre: en vez de responder lo obvio, decidió dar rienda suelta a la peor respuesta posible de todo el arco de opciones que podían pasar por su mente. Concretamente, su alocución fue «buf». «Buf». Insisto, «buf». El portavoz del partido político que lidera la oposición al peor gobierno de la historia de la democracia y a un presidente asolado por la corrupción decide que, entre su socio de gobierno y el felón, la cosa está para responder «buf».

Podría ser una cuestión anecdótica si no fuera porque revela un problema de equidistancia gravísimo que una y otra vez vuelve a proyectar la sensación de que nadie ha entendido nada de lo que pasó el 23J, que es el pecado original de toda esta cuestión. Es sumamente difícil construir una alternativa de gobierno si todavía no se ha decidido internamente si la culpa de que Feijóo no sea presidente la tiene el haber pactado con Vox (mentira) o el haberse avergonzado de los pactos con Vox (verdad).

Llega un punto en el que prefiero olvidar aquella época en la que el PSOE estaba llamando hombre de paz a Otegi mientras algún veraneante azul se autoboicoteaba asumiendo el centro moral socialista como propio, diciendo que en Génova les daba miedo Abascal cuando, por supuesto, el PP ya compartía con Vox un gobierno autonómico (Castilla y León) y había ganado con mayoría absoluta el territorio más rojo de España (Andalucía) con Gallardo ya de vicepresidente terremoto. Es un harakiri tan obsceno que da pie a toda clase de teorías de la conspiración que mejor ni enumerar.

En cualquier caso, el pasado sólo lleva a la melancolía, así que centrémonos en el presente. Es legítimo, aunque a algunos nos parezca erróneo, que el PP prefiera crecer por su ala izquierda en detrimento de su ala derecha. El problema es que no han entendido cómo se captan los votos socialdemócratas: esto no va de asumir sus tesis o ser equidistante con ellas, sino de que las banderas de la derecha se conviertan en tan transversales y prioritarias que a los votantes de izquierdas lo urgente se lo solucione el PP aunque en lo importante se fíen más del PSOE. Les pongo un ejemplo: ¿va a conseguir el PP los votos de algún socialdemócrata por proponer medidas feministas o ecologistas? No, porque los socialistas tienen más autoridad y credibilidad en esos temas, aunque la derecha proponga alguna medida que les pueda atraer. ¿Va a conseguir el PP los votos de algún socialdemócrata si lucha de manera frontal contra la amnistía, de tal forma que algún votante del PSOE entienda que la emergencia nacional es más importante que la jornada laboral de cuatro días?

Naturalmente, sí, como de hecho, demuestra que España entera sea azul a nivel autonómico, aunque siga siendo roja a nivel nacional. Le voy a dar la vuelta al argumento: ¿votarían ustedes a la izquierda si les promete bajar los impuestos? Seguro que no. ¿Les votarían si de repente el PP se volviera un partido republicano y el PSOE fuera el único que garantiza la monarquía? Si fuera por un bien superior, seguramente sí.

Pues éste, en resumen, es el tema: que para ganar los votos de los de enfrente no hay que convertirse en el de enfrente, hay que convencerle de que nuestra causa es más importante que la suya. Y para eso, por supuesto, el paso número uno es no tener complejos en asumir que entre un héroe que luchó con su vida por la libertad y cualquier otro, el héroe siempre. Aunque sea facha. O quizás, en este caso, precisamente por ello.

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