OPINIÓN

Europa y Ucrania se someten al César

Europa y Ucrania se someten al César

Los europeos tenemos que exigir a nuestros políticos y medios de comunicación que no nos mientan, o al menos que no nos traten como a idiotas, siquiera por nuestra dignidad y por su legitimidad.

Desde que se reconoció esta vez que Donald Trump había sido reelegido en 2024, miembros de la Administración de Joe Biden (¿sigue vivo, por cierto?), de la Unión Europea y de la OTAN trataron de escalar su implicación en el conflicto de Ucrania. Sin embargo, Trump, que desde 2016 ha clamado contra las “guerras interminables” en que EEUU se ha metido, está avanzando en su deseo de zanjar el conflicto de Ucrania… con un resultado favorable a su país.

La reunión en la Casa Blanca el lunes 18 de la presidenta de la Comisión Europea, el secretario general de la OTAN, los primeros ministros de Alemania, Italia y Gran Bretaña y el presidente de Francia ha mostrado quién manda en las dos orillas del Atlántico norte. Las fotos de todos ellos esperando a la entrada del Despacho Oval y, luego, escuchando atentos los designios del César son, en este sentido, elocuentes.

Durante la Segunda Guerra Mundial, en la que por motivos propagandísticos se mantuvo la ficción de una diarquía entre Washington y Londres, el esfuerzo industrial y las decisiones políticas y militares correspondían a Estados Unidos y a su presidente, Franklin D. Roosevelt. El imperio británico, que se estaba quedando en los huesos como dijo Winston Churchill, dependía de los alimentos y las armas enviadas por EEUU.

Las naciones europeas desempeñan ahora un papel similar al de Nicaragua, Mongolia o Egipto en la Segunda Guerra Mundial: aprueban los tratados que les presentaban los verdaderamente grandes y compran productos “made in USA”. Y así, tanto Volodímir Zelenski como los europeos, han asentido a la propuesta de Trump de una cumbre definitiva entre él, Vladímir Putin y el presidente ucraniano.

Para explicar los hechos tal como son, recuerdo que Josep Piqué, ministro de Asuntos Exteriores en los gobiernos de Aznar, escribió en su libro El mundo que nos viene (2018) que Rusia jamás se retirará de la base naval de Sebastopol, en la península de Crimea, que ocupó en 2014, porque es el único puerto de aguas templadas de que dispone su armada. Aunque parece que actualmente no puede usarlo debido a los ataques de drones ucranianos (se afirma que los buques supervivientes de su flota del mar Negro se han refugiado en puertos rusos del otro orilla), Moscú no va a devolverlo a Kíev; lo que quiere usarlo sin restricciones.

Otro hecho es el análisis de Henry Kissinger en mayo de 2022 en que, para acabar con la guerra que no podía ganar, recomendaba a Ucrania que renunciara a Crimea y se comprometiera a no unirse a la OTAN.  Por último, Zelenski admitió que estaba dispuesto a reconocer pérdidas territoriales a cambio de seguridades para el resto de su país (entrevista en The Telegraph 29-11-2024).

Una vez que el bando europeo-occidental ha aceptado el plan de Trump, toca fijarse en las decisiones de Moscú. Vladímir Putin tiene la posibilidad de concluir su lamentable “operación militar especial” (tres años y medio de guerra, cerca de un millón de bajas, enfeudamiento a China…) con un desfile de la victoria en la Plaza Roja. ¿Lo aceptará? Seguramente sí, al menos para disfrutar de una tregua antes de seguir recomponiendo la esfera de influencia de la desaparecida URSS en el Cáucaso y Asia Central.

Comprobado que Rusia no cumple sus tratados, como no ha cumplido ninguno de los firmados con Ucrania desde su independencia, lo importante son las garantías que ofrecerán Estados Unidos y Europa al desmembrado país. El secretario general de la OTAN, Mark Rutte, que dejó de hablar de la incorporación de Ucrania a la alianza después de una reunión con Trump en marzo pasado, propone una asociación, quizás a la manera de Colombia, Marruecos, Japón o Israel.

Pero las palabras en los papeles no valen nada si no las respaldan ejércitos y, sobre todo, la voluntad de cumplirlas. Los miembros europeos de la OTAN han anunciado su rearme contra la “amenaza rusa”, incluso la España del pacifista Pedro Sánchez. Pero, ¿están dispuestos los europeos a seguir sacrificándose por Ucrania y por la oligarquía que les está arruinando mediante el Pacto Verde? Los polacos, los bálticos, los rumanos y los escandinavos, vecinos de Rusia, probablemente lo estén por miedo. ¿Y hasta cuándo los franceses, españoles, belgas y portugueses?

El plan ruso desde hace un siglo, ya elaborado por los bolcheviques en el Tratado de Rapallo (1922) con la Alemania de Weimar, de alianza con los europeos para formar un inmenso bloque euroasiático, quedará aplazado durante muchos años. Moscú tiene un vecino que le odia y otros que le temen. Estados Unidos triunfará al romper cualquier acercamiento entre la UE y Rusia y, además, venderá armas y tecnología a los europeos.

Y Trump, que ha leído a Kissinger y lo ha entendido, quizás reciba el Nobel de la Paz, como ya lo recibieron otros cuatro presidentes de Estados Unidos, entre ellos Barack Obama, el único que estuvo metido en guerras durante todo su mandato.

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