A Sánchez no le llega la camisa al cuello

A Sánchez no le llega la camisa al cuello

No parece que Pedro Sánchez tenga plena confianza en su candidato a las primarias andaluzas, Juan Espadas, porque le ofreció a Susana Díaz un ministerio a cambio de no presentar batalla. Y es que una victoria de la ex presidenta andaluza sería ya demasiado: batacazo frente a Ayuso en Madrid, división en el partido por los indultos a los golpistas y humillación ante una de las enemigas íntimas del sanchismo. Sánchez es así: va repartiendo instituciones como si fueran suyas, lo que revela hasta qué punto el presidente del Gobierno practica el trilerismo político. Va comprando voluntades con los recursos públicos. En cualquier caso, y como eso no es ninguna novedad, lo sustancial es que en La Moncloa no las tienen todas consigo. Las primarias socialistas en Andalucía no serán un paseo triunfal del sanchismo, que anda con la mosca detrás de la oreja.
Lo cierto es que Sánchez hizo todo lo posible para que Susana Díaz no le plantara cara: primero ordenó aplastarla políticamente y, una vez constatado que la ex presidenta andaluza no se rendía, optó por la vía de comprarla. El mensaje que recibió Díaz fue, más o menos, el siguiente: si te quitas del medio, Susana, el presidente sabría agradecerte el sacrificio con un ministerio en la próxima crisis de Gobierno.
Lo cierto es que Díaz no tragó -tal vez porque el ofrecimiento revelaba, precisamente, que a los de Ferraz no les llegaba la camisa al cuello- y siguió adelante. Hasta el punto de que su candidatura  ha denunciado  las prácticas «fraudulentas» del alcalde de Sevilla y candidato en las primarias del PSOE-A, Juan Espadas, tras el envío masivo de mensajes de Whatsapp a la militancia del PSOE de Sevilla, todo ello «sin autorización previa» y violando la Ley de Protección de Datos.

No parece que la ex presidenta andaluza se haya amilanado, más bien todo lo contrario. Si este domingo Sánchez vuelve a salir trasquilado, su poder quedará seriamente en entredicho. La primavera no le está sentando nada bien al presidente, que se pellizca y no da crédito: «!Pero cómo puede estar pasándome esto!»

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