Sánchez, cómplice de Iglesias, pornógrafo del silencio

Sánchez, cómplice de Iglesias, pornógrafo del silencio

El miércoles, los periodistas se hacían/nos hacíamos cruces por el desdén con que la facción socialista de este Gobierno malencarado acogió el brutal ataque del vicepresidente -nada menos que vicepresidente- Iglesias contra la libertad de prensa y a favor del control leninista de la misma. Algún exagerado me comentaba: “Esto es el comienzo del fin”. Ya nos gustaría; no es así. Es más; Sánchez y los suyos conocen de primera mano (si no ¿para qué valen los servicios de información?) los propósitos de sus coligados, representados en este menester por el tétrico dúo Iglesias-Echenique. Tanto lo saben que tienen perfectamente articulada la respuesta. Son dos las personas, Calvo y Robles, las que están llamadas a salir en público tras cualquier embestida de Iglesias, para presentar una consensuada réplica: “Cada uno -dicen- que responda de sus actos; yo ya digo públicamente lo que pienso y no me callo”. Esta es la posición oficial de un grupo, el del PSOE, que sin embargo no va a encararse directamente con el vocero y, mucho menos, va a presionar para que su líder, Pedro Sánchez, le desautorice.

Son tan torticeras, tan falsas las imputaciones que Iglesias lanza sobre los medios que, con una sola constancia, se destruyen sus argumentos. Pero vamos a ver ágrafo señor: ¿cómo que a la prensa, la radio y la televisión no les vota nadie? Les votan a diario, leninista indocumentado, con sus tiradas, sus “clics”,  sus ventas y sus audiencias. No hay mayor control democrático que éste; un medio que no se vende, que no se escucha, que no se ve, es un medio muerto y, además: ¿quién le ha dicho a Iglesias que el pueblo español en masa le haya elegido vicepresidente del Gobierno con sólo un 12% de los votos emitidos en las pasadas elecciones? Él, en su descarada ufanía cercana siempre a los modos de un valentón de barrio, pretende abrumar a los medios y a sus notarios, los periodistas, amenazando no ya con un control externo desde el poder, que ese es un objetivo parcial, sino con el domeñamiento de su libertad. Este marxista macilento (su ideología es viejuna y liberticida) ni siquiera se ha molestado en conocer qué es lo que opinaba, sin ir más lejos, su ídolo Carlos Marx. Pues, léalo: en 1842 y ante el Parlamento de Renania se pronunciaba así: “La prensa libre es el omnipresente ojo abierto del alma del pueblo. Es el espejo en el que la gente se ve a sí misma, es la condición del conocimiento”. Claro está que el barbudo alemán hizo trizas después su mismo pensamiento, pero como ilustración para el simulador de cultura, Pablo Iglesias, la cita no queda mal del todo.

La acometida de este personaje va más allá del brutal ataque contra la libertad de prensa; que nadie se engañe, este tipo va a por todas, a laminar la Constitución, la Monarquía, España y todo lo que se le ponga por delante, o, ¿es que alguien cree que se va a conformar con violentar el Artículo 20 de nuestra Norma Suprema? La exigencia que reza así: “El ejercicio de estos derechos (los de la libre expresión) no pueden transgredirse con ningún tipo de censura previa”. No es este solamente uno de los fines que encabeza Podemos para que gente como Monedero o el delincuente Hasél vayan de estrado en estrado insultando y agrediendo a todas las personas de bien de este país. ¿Cuánto tiempo estará en el trullo Hasél? No lo dicen: muy poco, el tiempo que tenga que utilizar Sánchez para organizar su defensa y sacarle a la calle para  continuar vulnerando el orden natural de las cosas.

Es inteligible que las deplorables conminaciones de Iglesias indignen fuertemente al personal. Ahora bien: él no es el único culpable de sus insolentes machadas; él es así, ahora y cuando arengaba por la revolución violenta a las sucias masas de la Puerta del Sol. Aún viviendo como un privilegiado, gozando, fíjense, de su escolta diaria con ocho agentes de la Seguridad Nacional en su chaletón de Galapagar, él es así: un provocador que intenta la subversión para aprovecharse más todavía de esa sociedad estúpida y silente sociedad burguesa a la que tanto afirma odiar. Él no es el responsable; lo es Pedro Sánchez. No basta, como han señalado algunos medios, rechazar la intervención última de Iglesias en el Parlamento, al que holla cada vez que pone sus botines allí. Sánchez parece que no sabe de qué se habla, él inclina su cabeza semejando que está leyendo no sé qué documentos. No: él con su silencio aquiescente es conmilitón, culpable por acatamiento de todo lo que dice su vicepresidente. La amenaza para los medios, o sea, para usted, lector, no viene de los rufianes, viene del propio presidente del Gobierno, al que los pocos disidentes periodísticos que le quedan le parecen una muy incómoda erisipela.

Iglesias y su intérprete Echenique permanecen en un Gobierno que está siendo asaltado por las hordas en los incidentes terroristas de Barcelona, Madrid y otras ciudades españolas. Ese Marlaska, al borde ya de la felonía institucional, que no tiene otra posibilidad que enviar a sus policías a limitar los horrores de los delincuentes, calla sin embargo cuando SU vicepresidente y sus colegas animan a los facciosos a poner boca abajo el país, a derribar en suma la nación. Calla el pobre Marlaska (¿quién le va a querer cuando salga del Gobierno?) y calla sobre todo Pedro Sánchez, el hombre que está haciendo de España una república bananera en la que cualquier derecho fundamental puede ser violado. Es cómplice de Iglesias; es más, es puro Iglesias. Es un pornógrafo del silencio.

Lo último en Opinión

Últimas noticias