Repsol, otra multinacional que denuncia el acoso fiscal de Pedro Sánchez
No hay que ser un lince para leer entre líneas las declaraciones del presidente de Repsol, Josu Jon Imaz, cuando asegura que «la falta de estabilidad en el marco regulatorio y fiscal del país podría condicionar los futuros proyectos industriales» de la empresa en España y avisa al Gobierno de Pedro Sánchez de que la multinacional buscará «alternativas» si no hay estabilidad fiscal para invertir en nuestro país. A nadie se le oculta que, más allá del mantenimiento del impuestazo a energéticas y eléctricas anunciado en el pacto entre Pedro Sánchez y Yolanda Díaz, el Gobierno socialcomunista mantiene un inexplicable cerco contra las grandes multinacionales españolas, que responde a un patrón ideológico incompatible con el de las sociedades avanzadas, donde las empresas líderes son tratadas como referentes de país.
Aquí es distinto, porque los resultados empresariales de las grandes empresas del IBEX son interpretados por la izquierda como la justificación para imponerles un mayor castigo fiscal, como si la producción de riqueza y contribución al progreso nacional -Repsol es la compañía que más impuestos paga en España y la más afectada por la estocada del Ejecutivo- fuera un demérito que hay que castigar. Repsol tuvo un beneficio neto de 2.785 millones de euros al cierre del tercer trimestre, lo que supone una caída del 14% con respecto al mismo período de 2022, en un contexto marcado por unos precios de los hidrocarburos y unos márgenes del refino inferiores con respecto al año pasado, en el que se dispararon por la crisis energética tras la invasión rusa de Ucrania.
Repsol considera que la posibilidad de que se mantenga un gravamen a las energéticas, «que se ideó como temporal y extraordinario, castiga a las empresas que, como Repsol, invierten en activos industriales, generan empleo y garantizan la independencia energética del país», mientras que «favorece a los importadores que no generan empleo ni actividad económica relevante en España». No le falta razón, pero para la izquierda y su sectaria visión de lo que representa la actividad empresarial, detrás de las grandes multinacionales españolas se esconden bultos sospechosos marcados por la codicia. Así nos va.