Renta por votos

Renta por votos

Podemos ya anunció en Twitter, el pasado veintisiete de marzo, cuál es su verbo preferido en esta crisis: “aprovechar”, tal y como se desprende de lo que la formación comunista escribió ese día en su cuenta de la mencionada red social: “El Gobierno de coalición prohíbe los despidos aprovechando el #coronavirus”.

Y no sólo los despidos, sino que sobre la cabeza de Iglesias y sus ministros no deja de planear la idea de conseguir una nacionalización importante de la economía, que le permitiese al sector público tener un control de sectores estratégicos. Eso es lo que se vislumbraba aquel 14 de marzo en el que empezó nuestro encierro y el hundimiento económico por el cierre productivo decretado por el Gobierno por no haber tomado medidas antes: muchos medios de comunicación dijeron que el vicepresidente segundo se empeñaba en nacionalizar empresas energéticas y medios de comunicación, algo que, afortunadamente, no se produjo.

Siguen por esa vía: por decreto se ha parado el tejido productivo, provocando una crisis de oferta, y en lugar de sujetarla con liquidez ilimitada, la trocean y desperdician recursos en medidas de demanda que no sirven para paliar la situación, porque si el tejido productivo se salva, la recuperación será más fuerte y rápida y se podrán recuperar casi todos los empleos perdidos, pero si se deja que muera, entonces la crisis será larga, pues a la crisis de oferta seguirá una demanda, que intensificará la de oferta, que volverá a acrecentar la de demanda, y así sucesivamente, en forma de un círculo pernicioso, destructivo de la actividad y de los puestos de trabajo. Lo preocupante es que ya no sólo Iglesias, sino también Sánchez, dicen que hay que reforzar el sector público, es decir, más gasto inasumible. Hay que movilizar recursos contra esta situación, pero una vez puesto en marcha todo de nuevo, hay que volver a la ortodoxia, incompatible con el mencionado refuerzo público.

Ahora, Iglesias quiere implantar, cuanto antes, una renta mínima que beneficie a cinco o diez millones de personas, con unos 500 euros al mes, que pueden llegar a ser 1.000. De momento, dice que será temporal -ya veremos, porque lo provisional es, muchas veces, lo que más perdura-, hasta que se apruebe la renta mínima vital permanente que estudia el ministro Escrivá, quien considera que beneficiará a un millón de personas.

No podemos permitirnos ni una ni otra. La permanente generaría un agujero todavía más grande que el actual en las cuentas de la Seguridad Social, pero es que la de Iglesias haría que ese agujero fuese un profundo socavón, imposible de sostener. Si la Seguridad Social atraviesa dificultades y el sistema público de pensiones necesita de reformas para garantizar su viabilidad, el incorporar una renta mínima vital aceleraría el colapso del sistema.

Podemos tiene muy claro cuál es su programa. No gobierna para todos los españoles, cosa que ha de hacer el Gobierno, aunque tenga un matiz más liberal-conservador o más socialdemócrata, según el color del Ejecutivo, pero nunca se puede aplicar una medida de un programa que ponga en riesgo a la economía y que vaya dirigida, única y exclusivamente, a un grupo social muy concreto perjudicando al conjunto o a otro grupo, como perjudicaría a los pensionistas al poner en riesgo la Seguridad Social.

De las crisis se sale con sacrificio, trabajo, mucho trabajo, esfuerzo y voluntad de superación, no con subvenciones múltiples que desincentivan la economía, la productividad y el empleo y que no nos podemos permitir. No se puede hacer electoralismo con la gestión. No se puede pretender captar votos a través de ello. La teoría de la elección pública deja claro que el político busca maximizar sus votos. Una cosa es eso y otra articular para tratar de conseguirlo una medida que pondría en una situación insostenible, en primer lugar, a la Seguridad Social y, con ello, a las pensiones, y, en segundo lugar, a toda la economía. El dinero no crece en los árboles. Si de verdad les importan los españoles, las empresas y los trabajadores, deben concentrar los esfuerzos en salvar el tejido productivo, y con ello se salvarán el empleo y la prosperidad de todos. Todo lo demás será inútil y perjudicial.

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