O rectifica la Iglesia o que marquen la X los golpistas

O rectifica la Iglesia o que marquen la X los golpistas

Lamentable espectáculo en la Iglesia de Pompeia en Barcelona. Lo que se ha vivido a lo largo de la pasada noche en este templo de la capital catalana es una falta de respeto a todos los creyentes. La plegaria a favor del referéndum ilegal del 1-O resulta inaceptable: «Ofrecemos como símbolo de compromiso una señera, un triángulo azul y una estrella blanca de votación para el referéndum». Se supone que este tipo de ceremonias están destinadas a la espiritualidad y al culto, no a hacer política. Menos aún si es para apoyar un movimiento que hace norma de la ilegalidad y que está siendo vigilado muy de cerca tanto por el Gobierno como por la Fiscalía y el Tribunal Constitucional. Un binomio —el de la Iglesia y la política cuando se trata de mera propaganda— que, además, nos retrotrae a momentos muy delicados de nuestra historia. La Conferencia Episcopal echa gasolina al fuego permitiendo esto y debe rectificar de manera urgente. 

Este hecho apoya un movimiento instigado por aquéllos que pretenden dar un golpe de Estado. Si la Conferencia Episcopal no rectifica, lo más lógico es que los feligreses de toda España dejen de financiar con su declaración de la renta una confesión religiosa que se pone del lado de los golpistas. La ceremonia que ha tenido lugar en la Avenida Diagonal —con reparto de papeletas incluido— no es el momento ni el lugar para las reivindicaciones políticas. Mucho menos si es para animar a las personas a participar en un referéndum ilegal que es un auténtico atentado a la legalidad vigente. Hasta el momento, los gerentes de la Iglesia no han estado muy afortunados. 

Basta con recordar las palabras del presidente de la Conferencia Episcopal, Ricardo Blázquez, que denominó como «conflicto catalán» lo que realmente es un ataque flagrante a la Constitución española. Hasta tal punto ha llegado la situación que 300 sacerdotes catalanes han aprovechado esa ambigüedad léxica en las palabras de su jefe para dar un paso más allá y, contraviniendo el criterio de la justicia estatal, defendieron el 1-O como algo «legítimo y necesario». Se equivoca la Iglesia. Si no se disculpan y rectifican, sus seguidores deberían tomar buena nota en toda España.

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