El quinquenio negro
Hace algo más de cinco años que Pedro Sánchez llegó a La Moncloa a lomos de una coalición bautizada como Gobierno Frankenstein, pues con sólo 84 escaños se aupaba a la presidencia del Gobierno gracias al apoyo de una amalgama formada por los comunistas de Podemos, los independentistas de ERC, el PNV y los herederos del brazo político de la banda terrorista ETA.
Durante estos cinco años, el presidente Sánchez ha realizado multitud de concesiones a sus socios con el único propósito de mantenerse en el poder, con el terrible coste que supone para España. En materia económica, eso ha supuesto el aplicar una política económica equivocada, de intenso gasto, que ha elevado el déficit y la deuda hasta niveles desconocidos.
Es obvio que en medio ha habido una pandemia y después los efectos derivados de la guerra de Ucrania, pero la tendencia y el devenir estructural de nuestra economía no se debe a ninguna de dichas circunstancias, sino a las decisiones adoptadas por el Gobierno.
Así, de toda la UE, España ha sido el país que ha combinado unos mayores déficit y deuda, debido al volumen ingente de gasto. Lo preocupante no es que durante la pandemia se incrementase el gasto, sino que el mismo no fuese coyuntural, de manera que el presidente Sánchez lo ha transformado en estructural, que es lo grave. Eso deja a España atada de pies y manos, sin capacidad de reacción en un momento en el que cualquier adversidad adicional -como la de la guerra y la clara desaceleración que sufrimos- puede ralentizar más la economía sin que España tenga margen para contrarrestar la caída. Del mismo modo, esa mala gestión del Gobierno hace que España sea el país de la eurozona que más tarde ha recuperado los niveles de PIB (en términos reales) previos a la pandemia.
Sánchez, con su equivocada política económica, ha acentuado los desequilibrios: un déficit estructural que avanza hacia el 5%; una deuda del entorno del 113%, que casi llega a los 1,6 billones de euros; un sector servicios que languidece, especialmente en el comercio; una industria que descuenta un empeoramiento de expectativas; una inflación que no cesa y que empobrece a los españoles; y una subida de tipos que encarece la financiación de los agentes económicos, haciendo más pesada la deuda de las familias, estrangulando la financiación de las empresas y encareciendo los intereses de la deuda pública, que drenarán recursos a los servicios esenciales.
Puede tratar de agarrarse a los datos macroeconómicos un tiempo -cada vez, menos-, pero la realidad económica de familias y empresas se anticipa a dichos registros: las familias tienen dificultades para pagar el recibo de la luz, muchas ya no pueden llenar el depósito del coche y si van al supermercado compran menos productos y gastan más dinero, mientras el Gobierno incrementa la recaudación debido a la inflación, a costa de la asfixia de familias y empresas. Del mismo modo, muchas industrias tienen que parar su producción por la imposibilidad de soportar el incremento de los costes.
En definitiva, la equivocada política económica del Gobierno intensifica la inflación en España, al presionar más los cuellos de botella por el incremento de gasto público, hace perder poder adquisitivo a las familias y asfixia a las empresas: más inflación, más deuda y estancamiento. Es decir, empobrece a toda la economía española. Ése es el balance real del Gobierno del presidente Sánchez. Un gabinete acabado que se ha convertido en el Gobierno del descontento, por mucho que consiga revalidarlo pactando con todos los partidos que quieren acabar con el régimen de 1978, que trajo la libertad y la prosperidad a España. Es el retrato de este quinquenio negro.