Puigdemont gana, el Estado de rodillas

Carles Puigdemont
Carles Puigdemont

Los barones socialistas dirán lo que quieran, Sánchez no tiene inconveniente en llevarles al averno. Lambán, Page, Vara y Barbón continúan genuflexos ante su feroz jefe de filas. En privado mascullan imprecaciones que no son capaces de reproducir en público. ¡Les tienen asustados!

Oír al pobre (sólo intelectualmente, of course) Patxi López tartamudear ante las preguntas de un radiofonista amable sobre esta cuestión da cabal idea de que es un trágala impuesta por su conducator a los efectos de asegurarse el apoyo de ERC y su líder.

Definitivamente, el Congreso de los Diputados, por mayoría, decidirá que la sedición del 1-0 –incluso jurídicamente hubo un delito mucho más grave- fue una mera «alteración del orden». De esta manera el valiente y corajudo fugado Carles Puigdemont podrá regresar tranquilamente a España y descojonarse de risa de la Constitución, el pueblo español, del Tribunal Supremo y del juez Pablo Llarena, entre otros. Lo mismo que la sediciosa separatista Rovira.

¿Cómo quedará el Estado de Derecho después de la nueva afrenta sanchista? Desvencijado e inerme. Se comprende la euforia exultante de los independentistas y los aplausos de los herederos políticos de ETA. A Sánchez le importa una higa la norma pactada, el sentido común y los intereses de su propio partido. Deambula como pollo sin cabeza en pos de su propia gloria e interés cortoplacista. Y no es fácil parar los pies embadurnados a un tipo que se limpia sus partes con las sentencias del Supremo, y lo que es más definitivo, con la Constitución que exige cumplan los demás.

Cambiar legalmente la «sedición» por una «alteración del orden» es el primer paso, prácticamente consumado. El segundo será intentar convencer a la opinión pública de que se hace en beneficio de la democracia y la estabilidad del Estado. Ya han empezado.

Lo último en Opinión

Últimas noticias