«Las promesas electorales se hacen pero… no se cumplen»
Este último fin de semana, la ceremonia de coronación de Carlos III, unida a los diversos eventos deportivos con españoles de protagonistas -Copa del Rey de fútbol, Alcaraz en tenis, Fernando Alonso en automovilismo…- han captado una gran atención de la opinión pública y publicada, pero aún así ha quedado algo de espacio para que las promesas electorales tuvieran cabida -no sabemos si en la audiencia- pero sí en la programación mediática. A las recientes ofertas sanchistas al por mayor, en cifras de vivienda digna, social y ecosostenible, incrementando su número en decenas de miles a medida que avanzaba la semana y cambiaba el escenario del mitin, ahora se añade la ayuda económica para facilitar la entrada para adquirir el primer piso a los jóvenes, y como estrambote final la oferta del interrail nacional y europeo. Siempre -eso sí- pensando en los jóvenes, no tanto porque tengan ellos esa necesidad -que se supone que la tienen-, sino porque quien sí la tiene y además imperiosa, es el sanchismo hacia su voto.
La compra del voto se convierte de esta manera no sólo en una manida frase retórica, sino en una auténtica realidad, incluyendo su cuantificación en precisos euros, que sumándolos a la ayuda de ese bono presuntamente «cultural» de 400 euros, y a la última oferta del Interrail nacional y europeo parecería una tómbola electoral. Aunque cabe decir que para tener especial interés – y disponibilidad- por esa atractiva oferta ferroviaria, hay que tener previamente resuelta, o encauzada, la solución a la no menor preocupación por la vivienda y el empleo por esos mismos jóvenes, lo que la reciente encuesta del CisTezanos en sus tripas recoge con claridad. Pese a que la imaginación y creatividad humana para inventar novedades sobre ese tipo de ofertas tiene sus límites, máxime con tantas elecciones a cuestas por parte de los expertos asesores, los candidatos disparan ofertas y compromisos con pólvora del rey, en forma de gasto público e impuestos que siempre pagan los contribuyentes, o sea la ciudadanía, por lo que no debe extrañar que por prometer, no quede nadie atrás.
Aunque sería de agradecer que el líder socialista y presidente del Gobierno no copiara groseramente algunas ideas del líder de la oposición todavía no olvidadas, como la ferroviaria de Feijóo, ahora anunciada por Sánchez a bombo y platillo. Así estamos cuando, aunque no lo parezca, todavía no ha comenzado legalmente la campaña electoral y tenemos por delante tres semanas de campaña oficial hasta el 28M y no para darla por finalizada, sino para continuarla hasta diciembre sin práctica solución de continuidad. Hasta entonces iremos de promesa en promesa, aunque ya se sabe que «las promesas electorales, están para no ser cumplidas», como el alcalde de Madrid, profesor Tierno Galván, dixit. En todo caso, no se puede devaluar en absoluto la importancia de estas inmediatas elecciones que van a marcar tendencia real ante las generales.
En particular, será objeto de singular atención el resultado de Madrid -Comunidad y Ayuntamiento- con la mirada puesta en Ayuso, cuyo rival no es Lobato, ni Mónica García, ni Bolaños, sino el mismo Sánchez, por decisión de éste, que así lo quiso ya con el anterior 4M de Madrid. Elección autonómica anticipada aquella, pero que provocó un auténtico terremoto con el final político de los dos Pablos: el de Iglesias inmediato y el de Casado unos meses después; además de los de Ángel Gabilondo y Edmundo Bal, de manera análoga a ellos respectivamente. En esta ocasión, el listón se ha colocado muy alto -en la mayoría absoluta- para no depender de Vox, convertido en socio cooperador necesario para conseguir numerosas alcaldías y Gobiernos autonómicos y que afirma no serán regalados como con anterioridad. La correspondiente contraprestación política, Vox quiere cobrarla antes de las próximas elecciones generales, al contrario que el PP, que no quiere antes de ellas nada más que pactos de investidura y no pactos de gobiernos de coalición. Junto a Madrid, la Comunidad Valenciana, Castilla la Mancha y Extremadura, sedes de importantes baronías socialistas son objetivos prioritarios de la oposición para discernir objetivamente el auténtico desgaste del sanchismo. No en las encuestas, sino en las urnas.