El problema de las mociones de cartón piedra

El problema de las mociones de cartón piedra

A medida que Pedro Sánchez iba llenando sus mítines de “gente”, los que dicen representarla no parecían emocionados con la idea. Y es que, viene sucediendo que las cámaras, los focos, los titulares de los periódicos han vuelto a ocuparse por lo que dice éste o aquél del PSOE. España vive con fervor las guerras intestinas socialistas. De hecho, podría decirse que el país —casi en su tu totalidad— ha seguido al detalle la gran batalla que han supuesto las primarias. Por si fuera poco, las encuestas han resultado favorables para un PSOE dirigido por Sánchez. Incluso en la portada de algún diario poco sospechoso de apoyar al candidato socialista, durante la campaña ya anunciaba que los resultados electorales serían positivos si ganase él. Y resulta que ganó. Para chasco de Podemos, que en todo momento quiso mantenerse “al margen” de los procesos internos de la formación socialista, aparentando una suerte de educación política, como hace Cospedal, que siempre presume de no meterse en casa ajena, intentando pedir así que nadie se meta a comentar lo que ocurre en la suya.

Desde mi punto de vista, Podemos sí tenía mucho que decir sobre los candidatos del PSOE. Pero ya se sabe: para ellos, según lo están demostrando, cuanto peor le vaya a los socialistas, supuestamente mejor les irá a ellos. Lo de pensar en la alternativa real al gobierno de Rajoy ya es otra cosa. Eso es Política y parece que para eso no están. Surge así una moción de censura de cartón piedra. Que en un comienzo, algunos aplaudimos porque, efectivamente, y al calor del estallido de la ‘Operación Lezo’ —enésima evidencia de la corrupción popular— era interesante plantearla. Sin embargo, transcurridos los días, todo se va desfigurando; o quizá más bien al contrario: todo queda más claro. La moción de censura fue un simple reclamo para tratar de marcar la agenda política a toda costa. Sobre todo en un momento en el que la sociedad española seguía con atención lo que ocurría dentro del PSOE. Y eso, a Podemos, le sienta muy mal.

Los morados consultaron a sus bases. No llegó al 20% la participación en la consulta. Y efectivamente, le dijeron a la cúpula que sí, que adelante con la moción de censura. Eso sí, Pablo Iglesias se cuidó mucho de no poner su nombre, ni su cara, en el momento de plantear la pregunta. Dicen que puede deberse a que no sean pocos quienes empiezan a estar ya cansados de su actitud omnipresente —de entre sus filas, me refiero—. Convocaron una manifestación para que “la gente” hablase y manifestase el apoyo a la moción de censura. Lo plantearon para el día en que terminaban las primarias del PSOE. Y a medida que se acercaba la fecha, cada vez menos gente, si cabe, parecía tener claro el proceder. Resultaba evidente el intento de contraprogramación de la agenda socialista. Y muy a su pesar, ganó Sánchez.

Intentaron replegarse un poco, ofreciendo al nuevo secretario general socialista que se uniera a su “genial idea”. Éste les dijo que ahora no. Hasta Mónica Oltra, una de las aliadas fundamentales para Podemos les explicó que era mejor medir los tiempos, recabar los apoyos necesarios y no marear la perdiz de este modo. Todo está ya previsto para celebrar en el Congreso el debate para la moción de censura, que, por no haber sido hecha siguiendo los procesos mínimos democráticos —esto es, consultas previas a otros grupos, planteamiento de un proyecto conjunto y propuesta de un candidato— se perderá estrepitosamente. ¿Y cuál será la imagen que quedará? Pues que desde las instituciones, resulta imposible desalojar a Rajoy, ergo, Mariano saldrá reforzado. Yo no sé si Iglesias y compañía son conscientes. Pero para quien nos mire desde fuera, la imagen que estamos dando, es lamentable. En lugar de tumbar a un gobierno plagado de corrupción, resulta que lo reafirman desde la izquierda.

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