Portavozas versus Portaheces
Ya sé que llego tarde. No era mi intención escribir sobre el Universo Portavoza, pero le estoy cogiendo el gusto a lo de llegar al tema en cuestión cuando todo el mundo se ha dispersado. Al menos así da tiempo a reflexionar sobre el torrente de opiniones y noticias que provoca una polémica tan absurda como esta, que por momentos le ha robado protagonismo hasta a la mismísima Cataluña, fíjense si ha llegado lejos la metedura de pata de Irene Montero. La indignación, por supuesto, estaba servida; puedo imaginarme a Pérez-Reverte haciéndose el harakiri en el sillón T con su daga vizcaína mientras exclama: “¡Pardiez!”.
Las excusas de la diputada para tal agresión al diccionario son de traca: “Que hay que sacar a la RAE del machismo y visibilizar a las mujeres”, alegó Montero. Yo diría, hasta donde llega mi corto saber, que es la sociedad la que construye un lenguaje machista. El trabajo de la RAE es definir y oficializar los usos que la gente hace del idioma y no a la inversa, lo cual no quita para que la RAE sea machista. Por estos usos incorrectos que hacemos los hablantes, la academia se ha ido doblegando a murciélago —del original murciégalo— o a cocodrilo —del término latino crocodilus—. Hoy nos parece una barbaridad que los Marías, Riera, Lledó y compañía hayan aceptado almóndiga, y sin embargo dentro de unos años será de lo más normal. Así de fulano es el lenguaje. O asín, que también está aceptado, por apocalíptico que parezca.
A pesar de todo el revuelo que hay alrededor de la diputada de Podemos, nadie se ha percatado del auténtico virtuosismo lingüístico: meter en la misma frase “María Zambrano”, “Bellas Artes” y “Portavozas”. Ahí es nada. En cambio, el gran error de Irene Montero es la torpeza política en la que incurre; conforme pronunció el dichoso palabro, ella misma sonreía porque era consciente de que la estaba liando. Con esto, no ha conseguido más que extender humo sobre otras cuestiones mucho más importantes. Vayamos a lo concreto.
Obviamente, lo que proponía Montero no es correcto porque “-voz” ya es femenino, y sería limitar este género a la letra “a”. Voy a poner un ejemplo descabellado para que se entienda. Supongamos que en este país hubiera corrupción. Supongamos que, durante años, el partido en el gobierno se hubiera financiado de manera ilegal y estuviera demostrado. Yo diría entonces: “En España hay un problema bien gordo”. Como vemos, el artículo indeterminado “un” y el adjetivo “gordo” no deja dudas de que “problema” es masculino a pesar de acabar en “a”. Sigamos suponiendo: imaginen un portavoz del gobierno al que le preguntan por esta financiación ilegal de su partido y contesta diciendo que él es diputado por, qué sé yo, Almería, por ejemplo. Yo creo que en esta suposición tan loca estaríamos legitimados para decir que no estamos ante un portavoz, sino ante un “portahez”. Pero gracias a Dios, es un ejemplo ilógico que solo sirve para ilustrar claramente el uso del género gramatical, esto no podría pasar en un país democrático, avanzado y europeo como el nuestro. ¿Verdad?