La Política, en estado de petrificación

El frentismo y la incapacidad de acuerdo han convertido la parálisis y el bloqueo institucional en el modus operandi habitual de nuestra clase política.

La Política, en estado de petrificación

Hace unos días, la revista científica PLOS ONE publicaba un artículo sobre la influencia de las afinidades políticas en los procesos de socialización. Entre sus principales conclusiones, el estudio apuntaba a un rechazo mayoritario hacia aquellos que tienen simpatías políticas distintas a las nuestras. Es aquello que, desde el punto de vista de la teoría de la comunicación mediática, Kappler denominó hace algunas décadas “exposición selectiva”.

Así funcionan hoy día nuestros parlamentarios: parapetados en sus propias estrategias e intereses partidistas, libran la batalla del relato instalados en la negación hacia el diferente desde sus escaños, pervirtiendo, a izquierda y derecha, el verdadero significado del diálogo, la cesión, el consenso, el acuerdo o del mismo interés general, que ni existe ni se le espera. Sirva como buena prueba de ello la concatenación de elecciones e investiduras fallidas acaecidas en los últimos años, donde desde el año 2015 no ha habido ninguna reforma estructural de calado.

No es de extrañar, por ese motivo, que según el último barómetro del CIS, los políticos se hayan convertido, tras el paro, en el segundo problema que más preocupa a cerca de un tercio de la población española (32,1%), con lo que se registra el peor dato de la serie histórica; la cúspide de la desafección ciudadana hacia los gestores de la res publica.

Es Navidad para los nostálgicos del bipartidismo. El propio Pablo Casado, presidente del PP, lo evidenció en el debate de investidura al clamar por “ensanchar el espacio de la moderación hasta un punto en el quepamos, de nuevo, usted (refiriéndose a Sánchez) y yo”. Y es que, desde la irrupción de Podemos y C’s en la escena política, la gestión del multipartidismo ha sido tan deficiente que lo que ya parecía una entelequia, la resurrección del turnismo, empieza a tomar forma para algunos. 

Tampoco favorece el entendimiento ni la cultura de pacto la agresividad y el lenguaje guerracivilista que, lejos de aliviar las tensiones existentes en el hemiciclo, alimentan la confrontación e inflaman la atmósfera a niveles insospechados. Tómese como ejemplo en este punto al Sr. Rivera, quien hizo alarde desde la tribuna de todo un repertorio belicista en cada una de sus intervenciones: “la banda”, “el botín”, “los okupas”, “el plan Sánchez” etc. En este sentido, es menester recordar que, al igual que los medios de comunicación, los líderes políticos ejercen como catalizadores de opinión, cuya conducta permeabiliza al tejido social. Ergo, es importante que el lenguaje y la corrección parlamentaria entre quienes están abocados a entenderse impere y se diferencie de  cualquier reyerta callejera.

En el marco de esta bitácora de reflexiones, cabe subrayar también que los dogmatismos y las lógicas axiomáticas pueden pulverizar el sistema parlamentario. Conviene evaluar el momento y analizar caso a caso. Así las cosas, en el año 2016, el ‘no es no’ de Sánchez, pese a despertar ampollas, podía ser asumible por la dignificación de la propia pureza democrática de nuestras instituciones ante un chorreo de corrupción constante por parte del partido en el Gobierno. Corrupción sistémica que, tras un periplo de dos años, terminaría derivando en la primera moción de censura exitosa de la historia de nuestra democracia. Ahora bien, parece que hoy día no hay motivos de tamaña envergadura, más allá del sectarismo y de cálculos electorales, para dificultar la gobernabilidad en este país.

La gobernabilidad, que no es otra cosa que la capacidad de ejercer política y de materializar la misión delegada por la ciudadanía a través de las urnas. Una vía de alejarse de la provisionalidad y de entrar, de pleno, en las políticas y en la política del detalle, que no significa otra cosa que guardar y hacer guardar las esencias de la democracia, dar pábulo a la deliberación y avanzar en la agenda de reformas acuciantes que atesora el país. 

Un dato: en la UE, 19 de los 28 países tienen un Gobierno de coalición, con al menos dos partidos con cargos ministeriales. Nos espera un recorte adicional de 8.000 millones de €, la posibilidad de encarar un Brexit duro, una legislatura europea que echa a andar, las letales consecuencias de la guerra comercial y una lenta, pero inexorable ralentización de la economía de la eurozona. ¿Van a esperar a septiembre? Hagan su trabajo y actúen con responsabilidad. La brecha de la desafección se agranda y corre el riesgo de provocar hemorragia.

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