¿Podrá unir Pedro Sánchez al PSOE?

¿Podrá unir Pedro Sánchez al PSOE?

Es la pregunta clave. Bueno, y también si Sánchez conseguirá hacer del PSOE un partido político referente en la izquierda; y si Sánchez conseguirá plantarle cara al Gobierno de Mariano Rajoy convirtiéndose en alternativa; y si Sánchez será el hombre de diálogo que conseguirá poner fin al conflicto con los independentistas catalanes; y si Sánchez podrá terminar con la corrupción endémica, liderar el cambio y la regeneración política y democrática que este país necesita… Vaya, que yo le veo alto, algunos lo ven guapo, preparado, formado, incluso últimamente hasta con un discurso consistente y de calado que podría convencer a muchísimos.

Ahora resulta que Sánchez ha pasado de ser la bruja del cuento —bueno, el brujo no, porque eso significa ser algo bueno, mientras que “bruja” es algo peyorativo. Ya saben, el lenguaje y el sexismo…— a ser el héroe que todo lo tiene que cambiar. Y cuando digo todo, es todo. Volvemos a caer en el error de los mesías, los todopoderosos sobrehumanos que todo lo pueden. Y parecemos tontos. Porque ya de sobra deberíamos saber que uno sólo no puede. Que deben ser los equipos, los proyectos, y una gran multitud que apoye y reme en la misma dirección. Claro, por eso hace falta, según algunos, eso de “coser” en el PSOE para que todo el mundo pueda cantar al unísono.

Permítame usted que sea tajante. El PSOE necesitará unidad y reconciliación con aquéllos que estén dispuestos a entender sus enormes meteduras de pata, sus aberrantes faltas de ética, de principios y de valores; su falta de socialismo, por supuesto. Su falta de educación. Sus múltiples faltas. En caso de estar dispuestos a reconocerlo públicamente —tan públicamente como fueron capaces de hacer las barrabasadas que hicieron, tanto a Sánchez como a otros militantes, al socialismo y al partido entero) sólo en ese caso, yo podría entender un intento de integración y de unidad. Con quien no esté dispuesto a reconocer los errores, a disculparse por ello, y a entender que debe quedarse ya en un más que segundo plano para dejar que otros intenten hacer mejor las cosas, con esos, mejor no es coser, sino cortar. Por lo sano.

O Sánchez no se arma en condiciones de un buen bisturí y comienza a marcar bien los puntos y las líneas rojas, o pronto volverá a verse rodeado de esos que solamente saben vivir a costa del destrozo que causan. Es la última oportunidad para el PSOE y, por ende, para poder dar una opción a un partido político potente que necesita liderar la izquierda (no por él, sino por la izquierda, que está la pobre muy malita). Un país que necesita una izquierda serena, sensata, coherente y con profundidad de proyecto. Una Europa huérfana de referentes, donde Portugal sigue siendo casi invisible y necesita el abrazo de España para que la península comience a demostrar que otra manera de gobernar es posible. Y sí, para eso, Sánchez puede ser una pieza clave. Pero no sólo él: un equipo, un partido, un proyecto. Y apostar para ganar. A veces es necesario tener mano dura. Sobre todo cuando se trata de hacer justicia, y en definitiva, dignificar algo que se ha destrozado tanto como la política, el socialismo y, en concreto, el PSOE.

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