De Platón y Voltaire a Torrent y Puigdemont: la Cataluña que nunca será
De la ‘República’ de Platón a la ‘Utopía’ de Tomás Moro. De ‘Eldorado’ de Voltaire a ‘La Isla’ de Huxley. ¡Para terminar en Puigdemont y Torrent! Qué bajo han caído esos planes o sistemas de gobierno ideales que conciben una sociedad perfecta y justa, donde todo discurre sin conflictos y en gloriosa armonía. Ésa era la Republica Catalana Independiente que en un imposible ejercicio de marketing pretendían colocar en la opinión pública quienes en privado pergeñaban unos papeles que anunciaban el verdadero infierno. Porque sólo así puede ser calificada, a tenor de la penúltima exclusiva de OKDIARIO, la abrasiva subida de IRPF, sociedades, sucesiones, donaciones… el auténtico bombardeo de impuestos con el que los ciudadanos del ansiado y naciente Estado serían desde el primer día pulverizados.
¡Qué ingenuos! Todavía hoy se cuentan por centenares de miles los que creen a pies juntillas y reproducen palabra a palabra el mantra de que la independencia traería más poder adquisitivo, más riqueza, más empleo… cuando los propios cabecillas del golpe jugaban todas las cartas de la supervivencia al saqueo fiscal. Nada nuevo bajo el sol. Todos los movimientos de masas que pivotan sobre la manipulación, la propaganda y la mentira proyectan planes atrayentes y beneficiosos para la comunidad, que es improbable que se cumplan y que, cuando lo hacen, en el momento de su implementación, a la hora de la verdad, son irremediablemente inviables.
También aquí. Las aspiraciones, las ensoñaciones, la plena felicidad del homo independentalis estaban canalizadas para terminar en el sumidero. La Cataluña imposible, la que por fortuna nunca será, pivotaba sobre la inoperancia, habría recibido no un baño de realidad sino un fulminante revés, un sonoro mazazo. Los inventores de esta ficción lo sabían y lo ocultaron. Era pura fantasía, una irrealidad distanciada de la cruda economía. Es verdad que Puigdemont y Torrent —éste hasta hace poco entregado compulsivamente a tuitear con brocha gorda— no habían llevado a cabo una descripción detallada de ese mundo nuevo, no habían proporcionado demasiadas pistas sobre los métodos a través de los cuales llevarían a cabo su mesiánica y redentora misión. ¡Casi mejor!
Pero no es todo. El inmenso bulo promovido y difundido por los ayatolás del 1-O nos recuerda esa concepción sabia de Karl Popper según la cual las utopías encierran por norma el peligro de lindar con el totalitarismo. La creencia irracional y el convencimiento ciego del carácter ideal del nuevo Estado conducen a la intolerancia más extrema respecto de cualquier propuesta alternativa. Cualquier opinión contraria, cualquier oposición es vista automáticamente como una amenaza para la supervivencia del idílico régimen. Y en esas estamos. Quienes pretendían poner en marcha un plan de saqueo tributario tras implantar su maravilloso país deberían reflexionar sobre las consecuencias de su política de odio y del odio en su política. Tal vez así nos puedan explicar a todos por qué, como hace años en las plazas y los negocios y los bulevares del País Vasco, la kale borroka ha aflorado en Cataluña. Confiemos que para ser arrancada de la sociedad lo antes posible.