PRIMERA LÍNEA

El PI parece que se apunta a la turismofobia

El PI parece que se apunta a la turismofobia

Después de la mala experiencia de la ecotasa, impuesta a las bravas por el conseller Celestí Alomar en la primera legislatura del socialista Francesc Antich, llegado el segundo Pacte de Progrés en las elecciones de 2007, de nuevo Francesc Antich se hacía con las llaves del Consolat de Mar y eso a pesar de unos resultados paupérrimos (16 diputados el PSIB, por 28 el PP), aunque por la suma de todos contra el PP, incluida Unió Mallorquina (UM), se obró el milagro repitiéndose el esquema de compartimentos estancos (tú a lo tuyo, que yo a lo mío) que acabaría poniéndose de moda en Moncloa en 2019 y al fin con denominación de origen: un Gobierno Frankenstein. Esto es, apariencia de lealtad pero cada uno de los pactantes a su completa bola.

De vuelta a 2007. Era tal el miedo que le habían metido los hoteleros en el cuerpo, que llegado el reparto de cromos, Antich le pidió a UM un sí porfa: que asumiera la cartera de Turismo. El problema fue que los de UM vieron el cielo abierto para llenarse los bolsillos fraudulentamente, acabando más de uno en la cárcel. Se acabó UM, pero no su espíritu, que ahora encarna el PI una vez Josep Melià -un exUM- le robó la cartera a Jaume Font, dejando de ser un partido regionalista para refundarse nacionalista y supuestamente moderado, si es que el nacionalismo alguna vez puede llegar a serlo.

Parece ser que ahora hay indicios de que el PI comienza a alinearse con las tesis del Pacte de extrema izquierda y con un año electoral por delante en el que el Govern podría asumir las competencias de Costas. Susto mayúsculo para el sector de chiringuitos de playa. Los de toda la vida. También parece ser que la turismofobia llega cuando los índices de ocupación simplemente alcanzan los niveles que eran previos a la pandemia. Probablemente, lo que ocurre es que estamos asistiendo a un rechazo con mucho perfil ideológico, y lo que es peor disponiendo del poder necesario para dañar el monocultivo económico del archipiélago. De momento, con una Ley del Turismo que no ha sido trabajada atendiendo al conjunto de las partes implicadas, o sea que han hecho lo que les ha dado la real gana más o menos.

Francina Armengol, que es mucho más lista que Francesc Antich, volvió a la carga con la ecotasa, pero esta vez armando el decreto como dios manda y los hoteleros -así dicho en genérico- a cumplir y a callar. Quien no cumple es el propio Govern, que emplea lo recaudado en hacer lo que le da la gana otra vez. Aquí el PI parece estar en desacuerdo con tales prácticas y exige que se emplee lo recaudado escrupulosamente en líneas de acción, acordes con el objetivo para el que fue creada la ecotasa. Ahora que sabemos que el caso Peaje, último juicio pendiente de las tropelías de UM, ha quedado en un simple apretón de manos, aun reconociendo que sí se despistaron 40 millones en el presupuesto del desdoblamiento de la carretera de Manacor, la pregunta es si el espíritu de UM que anida en el PI acepta este chalaneo.

Es bastante probable que en las elecciones de mayo de 2023, según cómo se decante el resultado, el PI se integre en un nuevo Pacte de Progrés. Lo que obliga al centroderecha a esforzarse al máximo, para sumar los 30 escaños de la mayoría absoluta. No le queda otra. Lo urgente es que tanta estupidez del Pacte de Progrés, los últimos siete años, revierta sin complejo alguno y la turismofobia será lo primero que obligue a poner pie en pared de manera que Josep Melià no podrá ser, bajo ningún concepto, un socio fiable.

La turismofobia es un disolvente de nuestra riqueza, así viene siendo desde que el Pacte gobierna desde 2015, estos últimos cuatro años con Podemos instalados en medioambiente. El zorro cuidando de la gallina de oro. Los cruceristas incluidos, auténtico balón de oxígeno para el comercio que pese a quien le pese es el segundo motor económico del archipiélago.

Una gallina de oro manifiestamente mejorable, sin duda, pero no desde la ideología más radical, sino desde el compromiso con el presente. Sabemos por las estadísticas recientes que el turismo se ha incrementado respecto del año prepandemia 2019 solamente en algo más del 2%, pero la izquierda ha corrido a rasgarse las vestiduras, mezclándose incluso el incremento en más de 100.000 habitantes de la población residente en la capital balear.

Cómo gestionar esta masificación sobrevenida las dos últimas décadas es en definitiva competencia del Ayuntamiento de Palma y puede que estemos de enhorabuena porque todo apunta a que la izquierda que gobierna en Cort se irá al carajo, como máximo en nueve meses. Iba siendo hora.

El sector turístico ocupa mayoritariamente a la población activa y si deben abordarse cambios en profundidad, no cabe el ecologismo de salón y sí en cambio mirar el futuro desde el compromiso de todas las partes. La lideresa del PP en Baleares, Marga Prohens, debe tener el coraje suficiente para dar todo sentido a unas propuestas que apuesten por racionalizar la situación.

Lo importante en cualquier caso es enviar a la izquierda al rincón de pensar aunque esta práctica no sea necesariamente su fuerte. Toca revertir; o sea, «volver las cosas al estado o condición que tuvieron antes», dice la RAE, y con el profundo deseo –lo digo yo- de que las políticas sociales mejoren la condición de la ciudadanía para que todos podamos caminar juntos hacia el bienestar compartido al margen de la Agenda 2030 que, ¡glups! También el PP abrazó en su día. Salvo que, en efecto, Prohens se marque un Ayuso.

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