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La lista de productos del supermercado que tienen insectos en su composición: pizzas, patatas fritas…

productos insectos
Blanca Espada

Cuidar la alimentación es algo, que debería ser esencial para todos nosotros. Y aunque la mayoría lo intenta, lo cierto es que a veces todavía nos cuesta (ya sea porque no entendemos o por falta de tiempo), ponernos a leer las etiquetas de los alimentos que compramos en el supermercado. Algo que resulta esencial si realmente se desea saber lo que se come ya que además, algunos de los ingredientes o componentes presentes en lo que consumimos, puede ser aunque no perjudicial del todo, tal vez es mejor evitarlo. Conozcamos entonces a continuación, la lista de productos del supermercado que tienen insectos en su composición: pizzas, patatas fritas….

Lejos de que se trate de insectos como tal, muchos productos de supermercado cuentan en su composición con insectos procesados, ya sea en forma de harina, polvo o pasta. Y todo debido a una normativa europea que así lo permite y que llega a alimentos tan comunes como los cereales que desayunas, las galletas que tanto te gusta o también, las pizzas precocinadas que compras para el fin de semana. Y todo, sin que el consumidor sea realmente consciente de lo que está comiendo. Una autorización por parte de la Unión Europea que llegó en 2021 con el gusano de la harina (Tenebrio molitor), pero que en los últimos meses ha ampliado el catálogo de bichos comestibles. De este modo, a partir de ahora también están permitidos el grillo doméstico (Acheta domesticus), la langosta migratoria (Locusta migratoria) y el escarabajo del estiércol (Alphitobius diaperinus), lo que ha abierto la puerta a una transformación silenciosa en los lineales de muchos supermercados. El consumidor medio puede pensar que sigue comiendo lo de siempre, cuando en realidad está incluyendo insectos en su dieta sin saberlo del todo.

La lista de productos del supermercado que tienen insectos

Aunque las harinas de insecto están aprobadas y son seguras para la salud según las autoridades europeas, su presencia no siempre es tan evidente en el etiquetado. En algunos casos, sólo aparece un nombre técnico en la lista de ingredientes, lo que ha generado una mezcla de desconcierto y preocupación entre muchos compradores. Sobre todo cuando se dan cuenta de que alimentos que consumían habitualmente, como panecillos, patatas fritas o barritas energética, han cambiado su fórmula para incluir este tipo de ingredientes, más baratos y considerados más sostenibles.

¿Qué insectos están autorizados y cómo se usan?

Desde la entrada en vigor del Reglamento de Ejecución (UE) 2023/58, se permite comercializar varias formas procesadas del escarabajo del estiércol: congelado, en pasta, seco y en polvo. Pero no es el único. A la lista se suman otros como el gusano de la harina, el grillo doméstico o la langosta migratoria, todos con luz verde para ser incorporados en productos alimenticios de uso diario. En lugar de aparecer enteros, estos insectos suelen estar triturados o convertidos en harina, lo que facilita su integración en masas, mezclas, rebozados y salsas.

Lo más sorprendente no es tanto su uso como snack alternativo, que ya se había normalizado en países como Tailandia o México, sino su presencia en alimentos que no tienen ninguna apariencia exótica.

Para que te hagas una idea, esta es una lista de productos de supermercado que tienen insectos en su composición: 

  • Barritas energéticas y de cereales
  • Panecillos y bollería industrial
  • Pastas secas y rellenas
  • Snacks salados (incluyendo patatas fritas, colines y crackers)
  • Pizzas congeladas o precocinadas
  • Sopas y cremas en polvo
  • Galletas, cereales de desayuno y gachas
  • Helados y postres industriales
  • Sucedáneos de carne y productos veganos ultraprocesados
  • Bebidas tipo cerveza sin alcohol
  • Salsas industriales y preparados de legumbres

A esta lista cabe añadirle algo que muchos consumidores tampoco saben, ya que no se trata en ningún caso de productos nuevos, sino de versiones reformuladas de los de siempre y que además, con el tiempo se irán añadiendo más alimentos y productos a esa lista, de modo que si quieres estar informado, lo más recomendable es leer bien las etiquetas.

¿Cómo se identifican en la etiqueta?

La normativa exige que los ingredientes derivados de insectos se detallen en el etiquetado, pero la realidad es que no siempre resulta fácil identificarlos. Muchos de ellos aparecen bajo su nombre científico o como harina de grillo, pero también como Acheta domesticus” o Alphitobius diaperinus, de modo que que puede pasar desapercibido para quienes no estén familiarizados con estos términos. Esto ha generado cierto malestar entre los consumidores, sobre todo entre aquellos que siguen una dieta vegetariana o vegana, o que simplemente desean evitar este tipo de ingredientes por razones personales o culturales.

Según José Luis Rodríguez, tecnólogo de alimentos en declaraciones a El Español, el uso de harinas de insectos responde principalmente a razones económicas y ecológicas: «Son más baratas de producir y tienen un menor impacto medioambiental. Pero eso no significa que debamos incorporarlas sin informar con claridad al consumidor». De hecho, muchos usuarios en redes sociales han expresado su sorpresa al encontrar harina de grillo en productos que consumen con frecuencia, como barritas energéticas o cereales infantiles.

Alergias y posibles efectos secundarios

Aunque las harinas de insectos están aprobadas por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria, esto no significa que estén exentas de riesgos. Uno de los principales problemas detectados es su potencial alergénico. Las personas alérgicas a los crustáceos, moluscos o ácaros del polvo podrían experimentar reacciones adversas tras consumir productos con harinas de insecto. Por eso, en teoría, esta información debe aparecer claramente en el etiquetado. En la práctica, sin embargo, muchas veces pasa desapercibida.

Además, algunos insectos contienen antinutrientes, es decir, sustancias que dificultan la absorción de minerales y otros nutrientes esenciales. Es el caso de la quitina, presente en el exoesqueleto de la mayoría de los insectos, que puede interferir en la digestión de las proteínas. También se ha detectado la presencia de taninos, fitatos, oxalatos y saponinas, todos ellos con efectos adversos sobre la asimilación de vitaminas y minerales. Aunque en cantidades normales no suponen un peligro grave, sí pueden ser problemáticos para personas con ciertas condiciones de salud o con dietas más estrictas.

A pesar de ello, desde un punto de vista nutricional, los insectos tienen argumentos a su favor: son ricos en proteínas, contienen ácidos grasos esenciales y pueden ser cultivados con un impacto ambiental mucho menor que el ganado tradicional. Esta es precisamente la baza que juega la Unión Europea al promover su inclusión en la cadena alimentaria: sostenibilidad, eficiencia y menor huella de carbono. Sin embargo, no todo el mundo está dispuesto a consumir productos que lleven insectos en su composición, especialmente si siente que no se le ha informado con suficiente claridad.

En definitiva, el debate ya no gira únicamente en torno a si es saludable o no comer insectos, sino sobre el derecho del consumidor a decidir qué quiere comer y qué no, con información clara y sin sorpresas. No se trata de satanizar estos productos, pero sí de exigir transparencia. Nadie quiere abrir una bolsa de patatas fritas y descubrir que en su receta han sustituido parte del almidón por harina de grillo sin previo aviso.

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