Peor, mucho peor que el ejército de Pancho Villa

Peor, mucho peor que el ejército de Pancho Villa

Pedro Sánchez se organiza un viaje a Estados Unidos para tratar de poner en valor el plan de recuperación económica del Gobierno y tranquilizar a los fondos de inversión de que el Ejecutivo socialcomunista es garantía de seguridad y estabilidad y no cometerá locuras en el mercado laboral o del alquiler -eso de intervenir para fijar los precios máximos les parece en EEUU más propio de regímenes comunistas- y sale la vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra comunista de Trabajo, Yolanda Díaz, a cargar contra los mismos a los que el jefe del Ejecutivo pide confianza en España. O sea, Sánchez pone la mejor de sus sonrisas para disipar las dudas que su Gobierno genera en Estados Unidos y su vicepresidenta segunda les mete un meneo de aúpa a los fondos de inversión, de los que dice que sólo están para ganar dinero y ahorrarse impuestos, pero que ella está para «mejorar la vida de la gente» y no para mejorar la «rentabilidad» de los inversores.

¿Pero cómo piensa Pedro Sánchez serenar los ánimos y los recelos que su Ejecutivo provoca entre los mayores inversores del mundo si cuando se reúne con ellos en Estados Unidos, al mismo tiempo, desde el propio Gobierno de España, se carga contra los fondos y se les dibuja como una suerte de codiciosos sin escrúpulos? ¿Pero qué confianza puede trasmitir un Gobierno que es lo más parecido al ejército de Pancho Villa, con la salvedad de que éste estaba mucho más organizado que el Ejecutivo socialcomunista?

Si lo que buscaba Sánchez en su gira por la nación más poderosa del planeta era vender las virtudes de España para que la inversión extranjera recuperara la confianza perdida en nuestro país, ha quedado claro que con este Gobierno invertir un dólar es un ejercicio de alto riesgo. La cara que se les habrá quedado a los máximos dirigentes de los fondos de inversión estadounidenses es la cara que se nos queda a la inmensa mayoría de españoles al comprobar en qué manos estamos. Lo del «joder, que tropa» se queda corto.

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