Es peor la extrema izquierda
Mucho peor. Vox y su líder Abascal ni han pactado con los barreneros de España, ni con los cómplices —o directamente terroristas— de ETA. Reivindican básicamente la reaparición de España. Otra cosa son sus compañías de Hazte Oír o la banda de El Yunque, que con estos no se puede ir ni a recoger una herencia porque se la quedan en el camino. La pobre Susana Díaz, víctima primera de su chulería cortijera, y este PSOE chupatintas del Sánchez cobarde que el domingo se escondió, como un conejo, en la madriguera del gurucillo piloso Iván Redondo, se mesan los cabellos y advierten de la llegada de los violentos de VOX, y con la mayor de las desvergüenzas, suplican al PP y a Ciudadanos que dejen gobernar en minoría a su chica abatida en desigual combate. Eso lo perpetran los monagos de Sánchez, el individuo que está en La Moncloa saltándose toda una mayoría y aliándose con lo peor, lo más repulsivo de nuestro país.
Aún están encontrando en estas primeras horas tras el batacazo histórico de Andalucía quienes le compran la especie y predican, con similar desahogo, que Díaz siga en San Telmo con los votos de la marca regional del Soviet Podemos, y la abstención de Ciudadanos. ¡Habrase visto mayor procacidad! En su huida los conmilitones de ETA, de los presos del separatismo y demás hierbas tóxicas, mienten además como bellacos. O como ágrafos que para el caso da lo mismo. Ábalos, más cenizo que nunca, avisó el domingo con el tono insomne que la caracteriza, que en Europa lo de VOX no sería tolerado. Es decir: un ministro de la Corona ni se ha enterado de lo que ocurre en Italia, ni de quién gobierna en Austria, ni tampoco, claro está, de los siete estados alemanes en que la AfD ocupa el segundo lugar en el ranking electoral. O no lo sabe o lo sabe demasiado bien y se aferra sencillamente al engaño. Porque estos y sus chavalitos agresivos de Esquerra, Bildu o Podemos, van a tardar en enterarse de que su sofocón andaluz es consecuencia directa del antiespañolismo desplegado por el viajante Sánchez.
Vox no es una dehiscencia o una derivada del PP, es una respuesta a la política disgregadora del aún ocupante de La Moncloa. Sólo un ejemplo: en el barrio menos favorecido de Córdoba, los resultados electorales de Abascal han sido superiores a los de toda Andalucía. Hay una izquierda española que se ha levantado en masa contra este personaje que en la Europa que tanto citan no sería siquiera concejal del villorrio más incógnito. No va a ser fácil que el cambio se materialice pronto en Andalucía, pero ni uno solo de los votantes del PP, de Ciudadanos o de Vox, aceptarían que se pierda la oportunidad histórica de expulsar al PSOE, clientelista y corrupto, a las tinieblas exteriores. Ni uno solo. Los tres tienen que hallar la fórmula mejor para lograr este objetivo porque, ¿se imaginan lo que puede ser esta región sin PER para enchufados, ERES para delincuentes o una televisión que no sea la máquina de propaganda de los sucesivos Goebbels socialistas?
El cambio es indispensable pero, por lo que parece en esto inicios, sufre de una gran reticencia o resistencia: la de Rivera y sus Ciudadanos que quieren ser los primeros habiendo sido los terceros. Se acogen al ejemplo de una serie televisiva: la Bergen danesa, pero ¿están seguros de que los andaluces que han votando la revolución del centroderecha quieren esta mamarrachada? ¿O lo están de que un exceso de autosuficiencia —su gran pecado— de Rivera no puede perjudicar el gran cambio? Esta ultraderecha de VOX es por ahora pastueña, no como la peligrosísima ultraizquierda socia de Maduro y siempre nostálgica del asesino Lenin. Ésta ya sabemos cómo actúa, ya conocemos como el okupa Sánchez la festeja. La derecha, siempre tan tonta de este país, no puede permitirse el lujo de estafar a sus electores. Aquí, en la España que ha renacido este domingo, ya no tenemos la panocha para ruidos.