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Hace cuarenta años que el Gobierno de Calvo Sotelo firmó la adhesión de España a la Organización del Atlántico Norte (OTAN/NATO) cuya permanencia fue ratificada unos años más tarde mediante un referéndum convocado por Felipe González que pasó de “OTAN de entrada NO” al “OTAN de entrada, SI”. El caudillo socialista demostró un gran sentido del realismo, de los intereses de la nación y un patriotismo difícil de encontrar entre sus sucesores. Años después, España se integraría totalmente en la estructura militar de la Alianza.
Bien. Llega la cumbre que reúne a la casi totalidad de los líderes del mundo libre. Sánchez y sus palmeros están haciendo creer que esta eventualidad se produce por los descollantes méritos del actual primer ministro español. Nada más lejos de la realidad. Los máximos dirigentes de la organización, específicamente su secretario general, que es el mismo que el actual, acordaron con el entonces presidente del Gobierno, Mariano Rajoy y la ministra a la sazón de Defensa, María Dolores de Cospedal, celebrar dicha cumbre en la capital de España para conmemorar las cuatro décadas de permanencia en la OTAN.
Está bien que el presidente se muestre tan eufórico y la ministra Robles tan entusiasmada con el evento en el que nuestro país oficia de anfitrión y que costará no menos de 70 millones de euros. Pero a cada uno lo suyo. Lo que es una novedad –tan española-es que el presidente del Gobierno se faje de buen grado con una cumbre histórica que reúne a las democracias (no todas) del mundo y que una buena parte de sus ministros estén aporreando las calles, gritando desaforados contra el aquelarre madrileño. Algo difícil de entender por los pares de Pedro Sánchez que por toda respuesta les ha dicho que se trata de un “Gobierno de coalición con sensibilidades distintas…”.
La mayor parte de los que harán sonar sus discrepancias de antiguos y nuevos aliados de Moscú. No hay que dejar que engañen vistiéndose de pacifistas. Los mismos que en los países donde gobiernan utilizan la fuerza militar agresiva, aquí se presentan como cándidas palomas de la paz.
Es una oportunidad, por lo demás, de que, por fin, Sánchez pueda mirar a los ojos de Josep Biden e inmortalizar su paso por La Moncloa. Sobre todo, lo que nos interesa como ciudadanos es aprovechar la ocasión para decir al mundo que, pese a todo, España y su pueblo es un país fiable, moderno, trabajador y serio. Lo del Gobierno no deja de ser una mera eventualidad.