Nuestro auge turístico puede tener los días contados

Nuestro auge turístico puede tener los días contados

El tsunami turístico ha actuado en España como un arma concluyente para reimpulsar nuestra economía. Casi 126.000 millones de euros es la aportación que el conjunto de la industria turística hizo a nuestra economía en 2016, lo que representa algo más del 11% del PIB, generando el 13% de nuestra ocupación. Pero el momento de la verdad en lo que al turismo se refiere ha llegado. Y es que buena parte de ese turismo que durante los últimos años ha hecho de España su destino por excelencia, fiel a su condición de “turismo infiel” —aunque suene a oxímoron—, o sea, “turismo prestado”.

Cuando las tensiones se calman y el ambiente se pacifica en otros rincones del Mediterráneo renuncia a las bondades de nuestro país y empieza a viajar hacia allí no por nada especial, bueno sí, porque por estos pagos, animados por la efervescencia turística y las reservas hoteleras, consagrada España como una especie de monopolio receptor del turismo europeo. Algunos establecimientos han aprovechado la favorable coyuntura para subir precios, lo que espanta a ese “turismo prestado” que vuela hacia otros confines.

Algo de eso ya se dio a partir del pasado mes de agosto. El techo en cuanto al sector turístico, uno cree, y ojalá que yerre en sus apreciaciones, que ya se ha tocado y que será en 2018 cuando se iniciará el descenso. Esa adversidad tendría que ser reprocesada por el propio sector turístico español extrayendo las consecuencias positivas: quizás es éste el momento de reinterpretar la oferta turística en pos de trabajar con una clientela de más calidad, mejores servicios y mayor valor añadido.

Claro que, en muchos casos, ese paso exige una reconversión de nuestra hostelería que entraña inversiones. Y éste es todavía un momento dulce para acometer inversiones al socaire de unas condiciones financieras manejables y controlables. En 2019 tal vez sea demasiado tarde…

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