No son ‘feminazis’ sino ‘femicomunistas’
Hace un par de años la Real Academia Española (RAE), explicó en Twitter que la palabra ‘feminazi’ “no está registrada en el diccionario académico”, pero aclaró su significado, diciendo que «la voz ‘feminazi’ (acrónimo de ‘feminista’ + ‘nazi’) se utiliza con intención despectiva, con el sentido de ‘feminista radicalizada’». Ante la avalancha de críticas de los internautas, que opinaban que la Academia estaba dando por bueno el uso de un término despectivo hacia el feminismo y hacia las víctimas del nazismo, la RAE aclaró que su función no es la de validar nada: “Solo estamos comentando, como respuesta a una consulta, el origen de este neologismo de reciente creación, que se documenta en el uso, pero no recogen nuestras publicaciones”, recordaron. Pero esta explicación no encaja del todo con la definición que la propia RAE hace del término ‘nazi’ en su diccionario, que lo define en su primera acepción como «perteneciente o relativo al nacionalsocialismo», y en la segunda como «partidario del nacionalsocialismo» y no como radical.
Mujeres nazis ha habido muchas y famosas, sobre todo entre las guardianas en campos de concentración nazis o SS- Aufseherinnen. Como Irma Grese, el ‘ángel’ exterminador de Auschwitz, especializada en lanzar perros a las reclusas para que las devoraran; María Mandel, la ‘bestia de Auschwitz’, que supervisó los terribles experimentos médicos donde practicaban auténticas atrocidades con las presas; o Ilse Koch, la ‘zorra de Buchenwald’, famosa por idear lámparas fabricadas con la piel humana de judíos. Más recientemente hemos conocido en España a Isabel Medina, la Nancy Nazi que, con menos luces que una patera, ha pretendido explicar que “el judío es el culpable” de los todos los males de la humanidad, en una concentración de homenaje a la División Azul en la que curiosamente no había más prensa que la productora de la agencia estatal rusa, RT. Concentración extrañamente permitida por la Delegación del Gobierno, a pesar de las restricciones Covid.
A éstas se les puede aplicar perfectamente el término ‘feminazi’ con toda la intención despectiva que quiere la RAE. Pero aunque en sus orígenes el nazismo y el fascismo son los patrones alemán e italiano del socialismo que en Rusia adopta una forma blochevique, y en principio Hitler y Stalin fueron socios y compartieran ambiciones, a partir de junio de 1941, cuando Hitler cruzó las fronteras soviéticas con millones de sus soldados; nazis y comunistas se han convertido en enemigos mortales pese a ser tan parecidos como los ultras de dos equipos de fútbol rivales, que se creen muy diferentes por los colores de sus camisetas y se matan por ella, siendo idénticos: estatistas, anticapitalistas, colectivistas, liberticidas, antidemocráticos, totalitarios, violentos, populistas y genocidas; pero enemigos. Así que no es correcto equiparar hoy en día a nazis con comunistas, porque, pese a que ambos sean socialistas y cueste tanto diferenciarlos, son enemigos. Además de que hoy apenas existen nazis, mientras que el comunismo está sentado en nuestro Consejo de Ministros y ocupa una Vicepresidencia.
El término que define correctamente a las neofeministas radicales es ‘femicomunistas’, que resulta igual de despectivo que ‘feminazi’, pero se ajusta mucho mejor a la realidad de su ideología. En realidad, a las que mejor viene que las llamemos ‘feminazis’ es a ellas, que así consiguen que la idea de radical y exaltada se asocie con sus enemigos, los nazis, mientras que sus amigos comunistas quedan alejados de toda connotación ofensiva o insultante. Pero esto es un error, porque como muy bien aprobó el Parlamento Europeo el 19 de septiembre de 2019, ambos regímenes totalitarios «cometieron asesinatos en masa, genocidios y deportaciones y fueron los causantes de una pérdida de vidas humanas y de libertad en el siglo XX a una escala hasta entonces nunca vista en la historia de la humanidad».
Las nuevas generaciones deben ser sensibilizadas respecto a los crímenes cometidos tanto por el comunismo como por el nazismo y se debe evitar que ambas ideologías sean propagadas y que sus símbolos sean exhibidos. El reprobable comunismo es el que ha transformado a un feminismo que nunca debió dejar de ser la lucha por la igualdad de derechos y oportunidades entre mujeres y hombres, y lo ha convertido en la doctrina de la violencia y el odio que es hoy el ‘femicomunismo’.