No atreverse a pensar es de cobardes

No atreverse a pensar es de cobardes

Escucho no sin sorpresa que el año pasado aumentaron de forma considerable el número de agresiones contra profesionales sanitarios. No es de extrañar que junto con esta clase de violencia salvaje y sin sentido, aumenten las agresiones, por ejemplo, al personal docente en numerosos colegios e institutos. Es ese desprecio hacia la autoridad que no es casual.

El mensaje que desde hace daños se ha ofertado por el progresismo, contrario a la idea de autoridad y falto de los más mínimos y elementales principios y valores ha contribuido de forma notable a que se produzcan tales hechos. La relativización de todo y la post-verdad, sin principios ni valores claros y permanentes. Se ha buscado de manera permanente, conseguido en muchos casos, que la frustración y el miedo a lo políticamente correcto haga que se baje la guardia ante las mentiras de quienes se consideran tener el monopolio de la verdad, mientras que la certeza real y objetiva de la mayoría silenciosa duerme temerosa en un desesperante limbo. Se asemeja y cala la idea de que autoridad es lo mismo que autoritarismo cuando el primero es el arma preferida de esa izquierda pseudo cultural, pues solo tiene que ver con la imposición, mientras que la autoridad tiene que ver con la libertad pues no se ejecuta ni se impone, sino que se gana, no se vence, sino que se convence. El manido “tengo derecho” frente al “tengo responsabilidades”, protagonizado por una generación muy progre con nulo respeto a la autoridad y mezquina idea de lo que es correcto. Con una gran parte de responsabilidad en la sociedad, la idea de inseguridad, corrupción e impunidad ante todo lo objetivamente reprobable se debe a esa falta de autoridad.

Nada es más mortífero en una sociedad que asumir esa falsa idea de que la autoridad es contraria a la libertad pues no resulta posible encontrar un espacio de libertad si esta no está protegida por la autoridad. La izquierda utiliza argumentos falaces pues separa ambos conceptos, ofertando una solución por medio de la separación, en vez de hacerlo por medio de la unión, por lo que una vez más engaña con su mensaje, siendo por ello, a partir de tan engañosa idea, un poderoso factor que contribuye al actual y decadente estado de confusión que enfrenta, por ejemplo, a un ficticio y envenenado multiculturalismo contra el humano sentimiento identitario. Se sustituye la autoridad por el adoctrinamiento que se disfraza bajo eufemismos tales como “sensibilización” o “concienciación” y que a efectos de la ortodoxia y en aras del pensamiento único desde un falso igualitarismo, ha sido siempre una potente arma en manos del progre. Pero que no nos engañen, es puro adoctrinamiento. Para su mentalidad colectivista, todo ser humano pertenece a un grupo que debe ser controlado, bien “racial”, “de clase” o de “identidad de género”, y solo desde esta perspectiva, donde también se sitúa la socialdemocracia “naranja”, la franja de la verdad y la mentira, la del bien y del mal quedan perfectamente delimitadas.

Sustituir la autoridad, los valores y los principios por una supra autoridad sustentada en el paternalismo estatal donde no se pueda pensar y mucho menos, discutir los falsos elementos doctrinarios de una izquierda caduca y trasnochada. Frente al pensamiento autónomo, la uniformidad ideológica. Es la izquierda en estado puro y su relativismo moral contrario a la autoridad, a los principios y a los valores. La sociedad debe dar el paso y ser valiente. Pensar y poner en cuestión aquello que hoy se considera indiscutible. Porque como dijo Sir Francis Bacon, filósofo y estadista británico: “Quien no quiere pensar es un fanático; quien no puede pensar, es un idiota; quien no osa pensar es un cobarde”.

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