La necesidad de más gasto en Defensa y menos en subvenciones

Es imprescindible que la Unión Europea vuelva, cuanto antes, a una disciplina presupuestaria que, realmente, lleva sin cumplir adecuadamente desde la anterior crisis, iniciada entre 2007 y 2008, incumplimiento, fruto de la suspensión de las normas de estabilidad, durante la crisis originada por el cierre de la actividad decretado a raíz de la pandemia.
Por eso, no es positivo dejar fuera del cómputo del saldo presupuestario a efectos del cumplimiento de la estabilidad el gasto destinado en defensa, activando la cláusula de escape, como tampoco es positivo que Alemania trate de cambiar sus propios límites de endeudamiento, cuando lo que necesitan son reformas profundas que revitalicen su economía, no una industria que trate de resucitar a lomos de un gasto público que no se podrá mantener en el tiempo.
Y por eso, España no puede incrementar el gasto global. Sí ha de hacerlo en defensa, porque ha sido una partida infradotada, porque España tiene muchos riesgos en el flanco sur, aparte de los globales que asume por su pertenencia a la UE y a la OTAN, elementos que hace necesario un fuerte incremento en el gasto de defensa. Ahora bien, una cosa es que el gasto en defensa se incremente y otra es que sea un incremento adicional sobre el gasto global de todas las partidas. Eso es un inmenso error, porque por mucho que el gasto no compute artificialmente a efectos del cumplimiento de los objetivos de estabilidad, existe, incrementa las tensiones de gasto y, con ello, las tensiones en la estabilidad presupuestaria.
Y si hay dicho incremento adicional sin reducción de otros gastos innecesarios, ¿de dónde se nutriría? Obviamente, de los contribuyentes mediante más impuestos, o tendría que cubrirse mediante más déficit y más deuda, es decir, con impuestos futuros, porque, aunque no compute, hay que pagar el gasto. Por eso, es imprescindible reducir el gasto innecesario.
Es imprescindible llevar a cabo el incremento en el gasto en defensa, pero con la condición de la reducción simultánea de una cuantía equivalente en gastos innecesarios, porque el gasto global no puede aumentar más, ya que incluso debería reducirse; con el control de la ejecución y siempre con tramitación parlamentaria. Es una oportunidad perfecta para elaborar un presupuesto de base cero donde todo se replantee. No se trata de eliminar las dotaciones para servicios esenciales, sino de acabar con tanto gasto absurdo que sólo promueve redes clientelares. Se trata de eliminar ese gasto, de realizar reformas estructurales que hagan ganar eficiencia a los servicios esenciales, y se trata, con el ahorro de los gastos innecesarios, de incrementar el gasto en defensa.
Hay que avanzar en el gasto en defensa, pero disminuyendo recursos de muchas otras actuaciones que no son necesarias. No se puede vivir en el gasto infinito. Hay que concentrar el gasto en lo esencial, como la sanidad, la educación, los servicios sociales y la defensa, y hay que dejar de otorgar esas subvenciones que buscan establecer una forma moderna de caciquismo.
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