Musk vs Trump: el divorcio del siglo

Trump era el crossover del siglo en la política norteamericana, una alianza magnífica, pero que no podía durar. No puede haber dos gallos en el mismo corral.
El hombre más rico del planeta, que inició su acercamiento a Trump con el entusiasmo de un adolescente que conoce en persona a su ídolo, llevaba ya un tiempo con la mosca detrás de la oreja, murmurando en su red, X, contra la caótica política arancelaria del boss. Se retiró del afamado DOGE, la espada mágica que iba a cortar en pedazos el infladísimo presupuesto federal y al que ahora todo el mundo, desde legisladores a jueces, todo el mundo está poniendo palos en las ruedas. Y al fin llegó la confesión de un corazón roto, el mensaje de despedida, con toda la torpe franqueza de su alma neurodivergente:
«Lo siento, pero ya no lo soporto más», escribe desde su cuenta en X. «Esta ley de gastos del Congreso, masiva, escandalosa y llena de intereses electoralistas, es una abominación repugnante. Vergüenza debería darles a los que votaron a favor: saben que hicieron mal. Lo sabéis»
Del viejo amor no quedan ni las cenizas. Solo falta la música de violines.
La ley a la que se refiere es la que lleva el trumpiano nombre de Big Beautiful Bill, el Proyecto de Ley Grande y Hermosa, que viene a echar por tierra todos los presuntos deseos de Trump de meterle mano al gasto. Es multiplicar un déficit hace tiempo inasumible, el antiDOGE.
Es siempre espinoso atribuir culpas en un caso de divorcio, pero voy a intentarlo.
Lo primero es que solemos recordar, al hablar del peculiar estilo de Trump, que no es un político, sino un empresario. Pero un empresario que se ha declarado en quiebra varias veces. Y un empresario que no solo miente alegremente, sino que presume de ello en su libro The Art of the Deal. No hay que tomar muy en serio lo que dice, sino lo que hace.
Musk, por su parte, puede ser un genio en lo suyo, pero enjuiciando a los hombres no parece ser un águila, y Trump se la ha colado, aparentemente.
Más de una vez hemos dicho que una cosa es el trumpismo, al que le auguramos un interesante futuro, y otra cosa es el hombre, lleno de enormes virtudes y evidentes defectos. No tenemos ni idea de cómo evolucionará este divorcio, si quedarán como buenos amigos o el desamor engendrará el odio. Pero, ¿alguien ha pensado en los niños?
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