Muchas dudas en la coyuntura económica y financiera
La actual coyuntura económica se caracteriza por unos bajos tipos de interés que ponen de manifiesto las enormes transformaciones habidas en el mundo financiero, con unos mercados muy volátiles en los que la complejidad de sus productos a veces ha sido la causa de escándalos de gran magnitud, de cracks o bancarrotas nunca imaginados, de costosos rescates y saneamientos bancarios, de descosidos en las cuentas públicas dañando en demasía déficits ya de por sí insoportables, y de desconfianzas en las entidades financieras. A este respecto, podríamos hablar de las luces y sombras de la información financiera y, por el contrario, de los factores de éxito y las razones para la sostenibilidad a largo plazo de las empresas con alto crecimiento.
El cortoplacismo se ha consolidado como uno de los grandes defectos a la hora de invertir. Ese cortoplacismo con frecuencia se confunde con especulación, con inversores infieles que más que buscar lazos estables y duraderos con la compañía en la que invierten ambicionan rentabilidades elevadas, en ocasiones sin escrúpulos y apostando en contra de unos valores, desconociendo, o no queriendo conocer, que altos réditos comportan importantes riesgos. Da la impresión de que muchos inversores ávidos de excelsos beneficios descartan emocionalmente el factor riesgo.
En cambio, los cimientos solventes de una economía se construyen a partir de relaciones duraderas y sólidas, con la vista puesta en el largo plazo y cito para ello algunos de los nombres que se toman como referencias en los mercados financieros: Warren Buffet, George Soros, Bill Gates… Líderes que estabilizan sus vínculos con las compañías en las que invierten durante muchos años. El contexto financiero no puede ser ajeno a una realidad económica cambiante día tras día. 2017 es un año económicamente muy marcado por el rumbo político, como semanas atrás escribíamos. Mientras los Estados Unidos de Norteamérica viven un momento de incógnitas con el arranque del mandato del cuestionado Donald Trump —que en mayor o menor medida afectan al mundo entero— Reino Unido da el paso adelante para romper con la Unión Europea y el Brexit toma forma.
En Europa los populismos, sean de un signo o de otro, cobran fuerza y las formaciones políticas tradicionales ven recortada su influencia. Entretanto, las economías emergentes y los países en vías de desarrollo salen a flote con esfuerzos ímprobos del polvorín de dificultades en que han estado sumidas aunque el impacto de las políticas monetarias les convierte nuevamente en víctimas propiciatorias ante la posible aparición de redoblados desequilibrios.
Recuperación frágil
La fragilidad de la recuperación de la economía global salta a la vista y los riesgos para la evolución de nuestras empresas, en un marco de economía globalizada, son evidentes. Las tasas de crecimiento de las economías avanzadas son modestas, por no decir que muy débiles, castigando a la población que gradualmente se rebela. Si a corto plazo las perspectivas económicas son algo buenas, a largo plazo asoman las dudas. ¿Entramos en una era de estancamiento secular y de recuperación económica mediocre? En la recta final del año 2016, las tendencias económicas experimentaron un esperanzador cambio de rumbo, mejorando las perspectivas a nivel mundial aunque hoy se otean nubes en el horizonte.
Es indudable que los mercados financieros están al alza, que se va confirmando una recuperación cíclica de la manufactura y que el comercio internacional está funcionando… Todo ello redunda en un crecimiento de la economía mundial que sin embargo se interpreta como débil en muchas economías avanzadas en tanto que los países exportadores de materias primas aún sufren dificultades. Las previsiones apuntan a mejores tasas de crecimiento a corto plazo que no a largo plazo, vaticinándose éstas como muy endebles en las economías avanzadas. Los torbellinos de conflictos venideros se están formando en el mundo occidental que contempla la incapacidad de sus gobernantes para superar las adversidades. Las protestas y los descontentos arrecian y los movimientos populistas encuentran su caldo de cultivo en una población que no acierta a divisar qué futuro le aguarda.
Al margen del comportamiento de los mercados financieros, se advierten obstáculos estructurales que restan ímpetu a la recuperación económica. Así cabe hablar del bajo crecimiento de la productividad, de la elevada desigualdad del ingreso, de la presión popular en pro de políticas aislacionistas, amenazando la cooperación mundial, de las variaciones que se den en los tipos de interés en los Estados Unidos de Norteamérica que con su no descartable aumento acelerado generaría tensiones en los mercados emergentes referenciados en dólares y dispararía su contracción. La apreciación del dólar conllevaría consecuencias desfavorables para las economías vulnerables. Las nuevas subidas del coste del dinero de la Reserva Federal (FED) para contener el aumento de precios, con una economía que vuelve a conocer adecuadas tasas de inflación y que recorta su tasa de paro a mínimos históricos, chocan con la política monetaria expansiva en uso y los “tipos cero” del Banco Central Europeo (BCE) para lograr el objetivo de inflación establecido en el 2%.
Así, la política monetaria del BCE va a contracorriente de la de la FED. La depreciación del euro frente al dólar es un elemento positivo para las exportaciones europeas y juega a favor de la paridad entre el euro y el dólar. La caída del euro favorece las exportaciones de Europa, salvo medidas proteccionistas y trabas arancelarias que se impongan en Estados Unidos y que abortarían la senda de la tímida mejoría continental.