Montero le ha echado a Soto burundanga en el cubata
Pablo Soto, concejal de Mas Madrid calificado por el “pablismo” como “otra de las ratas de Errejón” ha decidido renunciar al acta de concejal tras la acusación de una anónima que dice haber sido acosada por él en el baño de un bar en el que, entiendo que ambos, estaban disfrutando de unas cervezas. Nada se sabe de la miembra del entorno de trabajo de Soto que decidió lanzarle al cadalso mientras le llevaba al trono Ni los hechos ni la frase pronunciada por el ex concejal que nos ayuden a interpretar si lo que quería el político era intimidarla o, únicamente, saber si contaba con alguna posibilidad “arrimar la cebolleta”.
Personalmente, el honor de este hombre me importa lo mismo que el prurito de una hiena de Liberia, pero lo que están normalizando la mayoría de los medios para dar crédito e impunidad a quien, a día de hoy, y a juzgar por el secretismo de los implicados y de los propios medios, podría ser el holograma de Montero echándole a Soto burundanga en el cubata para desacreditar a una formación de alfeñiques leninistas que, según las encuestan, le están comiendo ya un 9,5% de votos.
Sea o no sea así, lo auténticamente preocupante es que Pablo Soto es el cabeza de turco de su propia formación para consolidar algo que el movimiento femibolchevique, engrosado por el propio Soto, se ha encargado de crear y legitimar: la criminalización de la población masculina para desnaturalizar la relación entre hombres y mujeres, en todos los ámbitos, y afianzar la malversación del dinero que el feminismo comisionista ha sustraído a las mujeres maltratadas en lugar de invertirlo en recursos policiales y judiciales.
La cosa funciona así: si me cepillo a uno de mis adláteres que, además va en silla de ruedas, ¿cómo no voy a tener el salvoconducto para hacer papilla a tu padre, a tu hermano, a tu novio o a tu hijo?.
El asunto me recuerda al asunto de las anónimas que acusaron a Plácido Domingo de “acosador” junto a la enjuta maruja lacrimógena, Wulf, con las lógicas diferencias que hay entre un tenor mundial y este pequeño Mijaíl de botellón; la de Soto podría haber sido el holograma de una conejita imperialista trumpiana en medio de su delirium tremens, o la Rita Maestre e Irene Montero de turno que, para disimular que son parte del harén del “azotador de Vallecas”, se han asociado al movimiento del chantaje clitoriano que eleva a la condición de criminal o flirteo que, de ser Soto algo más mono, podría haber salido adelante con éxito.
Son las 12:34, y en este momento aún no se conoce nada sobre la “víctima propiciatoria del edil podemita. Lo que sí sabemos es que, con la inestimable ayuda de muchos medios y de tertulianos hombres atemorizados por cumplir con su trabajo y exigir pruebas a nuestras deidades feministas, un “protocolo anti acoso” editado por la misma imprenta que saca la propaganda electoral de Podemos ha sido elevado a la categoría de artículo del Código Penal, una sede de partido en sala judicial, y una “experta externa”, que convendremos que será alguna ex okupa de Maravillas o alguna ex camarera argentina, ha sido convertida en una juez con perspectiva de género que aplica la máxima feminista de que “más vale ejecutar a 100 inocentes a que un solo culpable pueda ser absuelto”.