¡Moción de censura, ya!

Al bueno de Alberto Núñez Feijóo se le critica haga lo que haga. Si se solidariza con el Betis, lo cual me parece muy bien, porque se solidariza con el Betis. Si hubiera pasado del finalista de la Conference le habrían montado el pollo del siglo por su «falta de sensibilidad» con un equipo que acaba de perder. Si se muestra en contra de la inmigración ilegal y de un reparto de menas diseñado para joder al PP porque es un xenófobo. Si no dice ni mu sobre la inmigración ilegal porque es un blando. Si «desde la discrepancia ideológica» da el pésame a la familia del ex presidente del Uruguay José Mujica, porque está prohibido discrepar ideológicamente del antaño terrorista tupamaro. Si sale a criticar el Leiregate porque ha salido tarde. Si sale pronto porque no ha sido lo suficientemente contundente. Si convoca una manifestación el 8-J contra la «mafia» que nos gobierna porque una manifestación no sirve para nada. Hay quien también, desde la derecha sociológica y mediática, le echa en cara que «tiene horchata en las venas». ¿Qué quieren, que pegue físicamente a Sánchez? El arriba firmante, que no es sospechoso en estos temas, lo ve impecablemente tajante con el autócrata con ínfulas de sátrapa. Si todos los que desde la derecha ponen a parir —con razón— al marido de Begoña Gómez hubieran ido a votar el 23-J no estaríamos hablando de lo que estamos hablando porque el pájaro sería ya historia, triste historia de España pero historia al fin y al cabo, porque PP y Vox hubieran sumado de sobra.
Y, en el colmo del cinismo o la desinformación, a nuestro protagonista le cantan las cuarenta porque «no hace propuestas [sic]» para reconstruir España tras la política de tierra quemada del autócrata. Olvidan que el plan Feijóo ha desgranado ya cientos de ideas para el día después de esa pesadilla que es el sanchismo: en materia de Vivienda, la obsesión del gallego de Los Peares, en inmigración, en Defensa, en Economía, en fiscalidad con su necesaria idea de deflactar el IRPF y en tantos y tantos apartados. El problema, ya digo, es que sus críticos no leen o actúan con maldad. No es menos cierto que el hecho de que el 80% de los medios sea de izquierda o extrema izquierda, y que haya tanto acomplejado en los de centroderecha, no ayuda precisamente a que se difunda el mensaje.
A los escépticos, a los irredentos y a los mediopensionistas les recuerdo que Alberto Núñez Feijóo no ha perdido unas elecciones en su vida
Lo que le está aconteciendo al presidente popular es lo normal cuando ocupas la jefatura de la oposición, que eres el blanco de todas las pullas. Una costumbre que desaparecerá el día en que le invistan presidente del Gobierno: entonces será más alto que Pau Gasol, pese a medir 1,76 centímetros, más estilizado que Cristiano Ronaldo aunque le sobren algunos kilitos, más guapo que George Clooney, más capacitado para gobernar que Barack Obama y más listo que el mismísimo Albert Einstein. Ya le ocurrió a Sánchez: el 1 de mayo de 2018 era un inútil nivel dios incapaz de echar de Moncloa al acorralado Mariano Rajoy y un mes exacto después se le presentaba poco menos que como la reencarnación de Superman.
Por cierto: a los escépticos, a los irredentos y a los mediopensionistas les recuerdo que Alberto Núñez Feijóo no ha perdido una elección en su vida. Todas se cuentan por victorias. Ganó las autonómicas gallegas en 2009, 2012, 2016 y 2020, todas ellas por mayoría absoluta, y las generales del 23 de julio de 2023. Algo debe tener este agua cuando los ciudadanos la han bendecido sistemáticamente.
Yo sólo le pongo un pero al futuro presidente del Gobierno: el no haber presentado ya una moción de censura contra un tan corrupto como despótico Pedro Sánchez que se pasa todos los días el Estado de Derecho, la separación de poderes y las libertades por el arco del triunfo. En lugar de anunciar que echaba mano del artículo 113 de la Constitución, en su rueda de prensa del jueves instó a «los socios del Gobierno de España a apoyar una moción de censura si son consecuentes». «Esto ya va de decadencia o limpieza, mentiras o integridad, cloacas o decencia, mafia o democracia», apostilló hace tres días. Fue un sí pero no.
Para plantear una moción de censura hacen falta tan sólo 35 escaños: al PP le sobran 102 para formalizar la petición en el Registro del Congreso
Motivos para botar al sucesor de Franco a título de caudillo sobran hace meses: su mujer está tetraimputada; su hermano procesado por tráfico de influencias y prevaricación; sobre su histórico número 2 (José Luis Ábalos) penden los más graves delitos y las más sórdidas acusaciones, incluido el pago a prostitutas con fondos públicos; la suerte de su actual segundo en el partido, Santos Cerdán, está echada y no parece que para bien; a su fiscal general se le atribuye ni más ni menos que un delito de revelación de secretos; el ministro Ángel Víctor Torres es sospechoso de haber exigido una mordida de 50.000 euros a Aldama; tiene de principal socio de gobernabilidad al terrorista Arnaldo Otegi; va camino de conseguir que Bildu, es decir, ETA, sea el primer partido en el País Vasco; ha prostituido el Tribunal Constitucional robando de paso competencias al Supremo; va a colar por la puerta de atrás en la carrera judicial y fiscal a leguleyos adeptos a la causa sin haber superado una oposición; pretende arrogarse vía ministerio público la instrucción de los casos penales; quiere abolir la acusación popular; y por si todo lo anterior fuera poco ha presentado una ley contra los medios que nada tiene que envidiar a las de Maduro, Erdogan, Putin y otros demócratas. Lo de la fontanera de Santos Cerdán pidiendo pruebas contra la UCO de la Guardia Civil no es la antepenúltima ni la penúltima y tampoco la última. Tal y como aconteció en el tardofelipismo, salimos y seguiremos saliendo a corruptela diaria.
Para plantear una moción de censura hacen falta tan sólo 35 escaños, ergo, a los de Génova 13 les sobran 102 para formalizar la petición en el Registro de la Cámara Baja. Y no me vale la excusa de que sería regalar un triunfo a un Pedro Sánchez más debilitado que nunca. Felipe González tenía meridianamente claro que había entre cero y ninguna posibilidades de sacar adelante la que presentó el 20 de mayo de 1980 contra Adolfo Suárez —de hecho, se tuvo que conformar con 152 síes de los 176 necesarios— pero sabía que aquel paso atrás serviría para coger un impulso que dos años más tarde le hizo entrar en Moncloa por la puerta grande con la mayor victoria de la democracia, 202 diputados. Entre medias, Adolfo Suárez dimitió y llegó un Leopoldo Calvo-Sotelo con el cual la UCD pasó de 168 a 11 diputados aquel 28 de octubre de 1982 que cambió la historia de nuestro país para siempre.
La aplicación del artículo 113 de la Carta Magna por séptima vez en democracia serviría como mínimo para dejar herido de muerte a Sánchez
En Génova 13 hay quien sostiene, temeroso de Dios, que una moción de censura que de momento sólo tiene garantizado el apoyo de Vox sería tanto como disparar el discurso del «PP alineado con la ultraderecha» que propagan Moncloa y sus sucursales mediáticas alimentadas publicitariamente con cargo a nuestros impuestos. Pero las más veces en la vida uno hace lo que puede y no lo que quiere, viéndose obligado a convertir la necesidad en virtud. Los de Feijóo gobiernan con el respaldo externo de los de Abascal en Aragón, Castilla y León, Extremadura, Murcia, Comunidad Valenciana y esas Baleares donde la eficaz Marga Prohens sacó adelante anteayer los Presupuestos gracias al voto verde. Y en cientos de municipios, por cierto. Y Vox es 70.000 veces más impecable ética y democráticamente que Podemos, Sumar, ERC o esa Bildu que es la marca política de una banda terrorista que asesinó a 856 españoles.
Si yo fuera ese Alberto Núñez Feijóo al que se le pone cara de presidente del Gobierno por momentos no esperaría a que la montaña vaya a Mahoma sino que optaría por hacer el camino inverso, propiciando que Mahoma vaya a la montaña. No estaría de más que fuera testando ya a Junts y al PNV, algo que, de momento, nadie de Génova 13 ha hecho. Los dos partidos están hasta la coronilla de Sánchez por diferentes motivos, si bien es cierto que el concurso de los vascos en una moción de censura es más complicado toda vez que su Lehendakaritza depende del camino que tome el pulgar de unos socialistas que sostienen a Imanol Pradales con respiración asistida. Servidor no descartaría la abstención de los peneuvistas y un «sí» de los de Puigdemont si Feijóo se compromete a convocar elecciones 24 horas después de haber llegado a la Presidencia del Gobierno. Sea como fuere, con los 7 votos de los catalanes bastaría para apartar al corrupto del poder.
Hace tiempo indiqué en esta misma columna a Feijóo que las mociones de censura no se anuncian, se presentan. Y hoy le recuerdo que también se negocian. La aplicación del artículo 113 de la Carta Magna por séptima vez en democracia serviría como mínimo para dejar herido de muerte a Pedro Sánchez y, a más a más, para acortar los tempos de una etapa que tantísimo daño está infligiendo a España. ¡Y quién sabe si para darle jaque mate a un autócrata que, como esté cuatro años más en Moncloa, nos venezolanizaría irreversiblemente! ¿Dónde está escrito que no puede triunfar? Más allá de cualquier otra consideración, la moción de censura constituye un imperativo moral. Le está faltando tiempo para oficializarla.