El Memorial de las Víctimas del Separatismo

El Memorial de las Víctimas del Separatismo

Después de la inauguración del Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo en Vitoria ya toca planificar un equipamiento público dedicado a honrar la memoria de todos aquellos que han padecido los embates del separatismo catalán. Son centenares de miles de ciudadanos que han abandonado Cataluña, o han padecido insultos, señalamientos y muerte civil por parte de los ‘revolucionarios’ de las sonrisas.

De hecho, no haría falta construir un nuevo edificio. Se podría cerrar TV3, lo que sería el primer gran reconocimiento a las víctimas del separatismo, y aprovechar sus instalaciones en Sant Joan Despí. De la misma manera que algunos plantean el reconvertir el Valle de los Caídos para crear un centro de reinterpretación histórica, también se podría hacer lo mismo con su homólogo nacionalista, la televisión de la Generalitat. No haría falta, para reproducir los horrores causados por el independentismo catalán, reconstruir como en Vitoria el zulo de Ortega Lara, porque su equivalente, los platós en los que Pilar Rahola, Jair Domínguez, Ramón Cotarelo, Toni Soler y otros propagandistas del rencor se dedican a destrozar la convivencia, están impecables y listos para ser visitados.

Como los estudios de la televisión de la Generalitat son espaciosos se podrían reconstruir algunos escenarios que muestren las peores prácticas del separatismo catalán. Como los almacenes en los que los violentos, que gozan del silencio de los partidos que gobiernan Cataluña, preparaban los cócteles molotov con los que luego incendiaban Barcelona; las casas rurales en las que radicales secesionistas recibían formación paramilitar y de guerrilla urbana; los despachos oficiales en los que se aprobaban los desvíos de fondos para pagar el ‘frente exterior’ del procés o las tabernas en las que los defensores que Shakespeare o Cervantes eran catalanes escribían sus teorías.

Tampoco podría faltar la reconstrucción de una fachada de un colegio de la Cataluña profunda, con sus profesores con lazo amarillo en la solapa dando clase, su pórtico principal con la estelada y su cartel de anuncios con pasquines pidiendo la libertad de los “presos políticos” o invitando a acudir a alguna concentración separatista. Ni la recreación de una panadería en la que un cliente iracundo, con su chapa de “Free Junqueras” en la chaqueta, insulta a la dependienta por haberle atendido en castellano al darle su barra de cuarto y la ensaimada. Y si al lado se ve un set representando la terraza de un bar, con un comensal con su camiseta de ‘Puigdemont, president legítim’ escupiendo al camarero por la misma razón, el realismo sería perfecto.

También podría recrearse la escena en la que los compañeros de comando terrorista del actual dirigente de unos de los principales sindicatos separatistas, Carles Sastre, pusieron la bomba en el pecho del empresario José María Bultó con la que fue asesinado. Recordemos que Sastre fue definido como “un gran reserva del independentismo” por un presentador de TV3. O cuando medio centenar de fanáticos separatistas reventaron un homenaje a El Quijote en el Aula Magna de la Universidad de Barcelona.

Son tantas las escenas que se podrían recrear en el futuro Memorial de las Víctimas del Separatismo que a lo mejor habría que crear varias subsedes del mismo en otras localizaciones catalanas como el Camp Nou, la sede del obispado de Solsona, el rectorado de la Universidad Autónoma de Barcelona o el Colegio de Médicos de Barcelona. Entidades todas ellas, junto a muchas más, que fueron promotores, por acción u omisión, del avance del ‘procés’. Sería un justo homenaje a los que sufren y la única manera de garantizar que se pueda llegar a una reconciliación entre los verdugos, el separatismo catalán, y sus víctimas, los millones de catalanes que se sienten españoles que son sojuzgados a diario.

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