El mejillón sindicalista

El mejillón sindicalista

No comprendo cómo el famoso mejillón fotografiado por nuestra policía estos días en el Rhapsody no se ha convertido ya en sindicalista asalariado del cuerpo. Cuando lo vi por primera pensé que la inmensa dignidad de nuestros hombres y mujeres y su causa por la unidad de España convertía al lamelibranquio marino despanzurrado en el medio de aquel rancho en el mismísimo Otto Von Bismarck torrado y erguido a caballo sobre las colinas sajonas del Holstein. Al molusco sólo le hacía falta hablar para ser el tertuliano estelar en los matinales con Susana Griso y Sandra Golpe: «Les presentamos a la soberbia analogía de cómo el Estado reparte mejillones de 1,61€ el kilo y algo que podría ser una de las nalgas de Fernando Parrado rebozada en huevo y pan rallado a su policía mientras la lubina, los profiteroles y el anabolizante presupuestario llega a la industria separatista vía Congreso y Penitenciaría”. Otro síntoma de la cobardía de un Gobierno que sigue actuando como si fuera a amortizar los 40 años de suculenta dieta engullida por la herejía independentista y su conjunta empresa política.

Mucho más provechoso que el festín de Junqueras, el mejillón se convirtió en un minúsculo y resuelto liberado sindical de bolos que ha derrumbado Copérnico y que ha denunciado el pecado original del Estado desde el segundo en el que fue filtrado por uno de los agentes damnificados: meter a sus hombres en aquellos barcos para no molestar con su presencia a la misma peste independe a erradicar y que dio la orden deliberada a la batasunada de las CUP, Omnium y la ANC de suministrarles la amenaza física, y a los hoteleros y alcaldes de negarles acogida y sus derechos más fundamentales. Entre aquellos últimos se encontraba Xavier Amor, aquel alcalde del PSC de la localidad catalana de Pineda del Mar que, con toda seguridad, no será imputado por prevaricación en el marco de la pieza sobre los delitos de odio contra la Policía Nacional a pesar de haber forzado al hotel Check In Pineda a expulsar a aquellos hombres bajo la amenaza de cerrarles el negocio. Pero mucho antes de aquello el Estado siempre ha permitido que los recursos del cuerpo fueran pírricos y paliativos dentro y fuera de Cataluña a pesar de la histórica preeminencia de la Policía en la lucha antiterrorista.

Ojo avizor en comisarías de Cádiz con agentes trabajando bajo un techo entibado con calzos a modo de guerristas en una explotación minera de Rodiezmo. Como viene ocurriendo en comisarías del centro de Madrid cuyos urinarios masculinos precintados recuerdan más al escenario del crimen de los marqueses de Urquijo que a castrenses meaderos. Nauseabundos baños en el complejo policial de Mayandía en Zaragoza. En la academia de Ávila y la comisaría de Zapadores en Valencia los maderos, y las maderas, hacen de la necesidad virtud al convertir las tribulaciones térmicas provocadas por la falta de calentadores en una patriótica liturgia forjadora de héroes ibéricos gracias al agua helada.

El menoscabo de Interior hacia su policía se revela como flagrante al no haber emprendido la necesaria renovación del modelo policial español y sus antidiluvianas instalaciones mientras se dota a la Erchancha y los Mozos de Escuadra con materiales de primera con el único fin de satisfacer a las guardias pretorianas de convergentes y peneuvistas. Cuando lo que debe a los españoles es precisamente extinguirlas. El desprecio por parte del Gobierno hacia su Policía resulta mucho más gravoso que los más de 120 escraches ejecutados por los perros de presa de la Generalidad de Cataluña mandados a los hoteles y los colegios de los hijos de la Benemérita. Es imposible que un Estado que se demuestre negligente y despreciativo con su Policía tenga la más mínima capacidad de proteger a su ciudadanía.

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