Medidas anti-Sánchez

Medidas anti-Sánchez
Medidas anti-Sánchez

Tiene gracia que el paquete de iniciativas propagandísticas aprobadas este sábado por el Gobierno se hayan denominado medidas anticrisis cuando antes bien es un decreto que su aprobación supone una enmienda a la totalidad de la política económica y social de Pedro Sánchez.

¿De qué le sirven 200 euros a aquellos que ingresan menos de 14.000 euros? ¿No se supone que había una renta mínima ya aprobada hace dos años? Los españoles lo que quieren es trabajar, los más jóvenes lo que desean es poder irse de casa a una edad normal y los padres quieren un futuro prometedor para sus hijos.

Pero bajo la España actual, con un gobierno socialcomunista, el barco va a la deriva a pesar del anuncio de Sánchez de este sábado que, todo sea dicho, fue retransmitido por sus terminales mediáticas y pasó sin pena ni gloria. Es como si el capitán del Titanic se hubiera puesto a regalar durante la fatídica noche vales gratuitos para viajar en primera. Y en esas está Sánchez.

En lugar de asumir la brecha que le separa de la ciudadanía, que el divorcio con los españoles es cada vez más palpable y notorio, Sánchez prefiere liarse la manta a la cabeza, y repartir regalos entre los españoles. Lo ocurrido la semana pasada en Andalucía, al igual que lo ocurrido hace unos meses en Castilla y León, como lo acontecido hace un año en Madrid, no ha servido para llamar la atención de Pedro Sánchez y los problemas de su gestión, sino que lo han enrocado todavía más en la incompetencia más absoluta.

Fuera de España su credibilidad es nula, oscila entre el servilismo más deplorable -como ha demostrado en su política con Marruecos- al ridículo más sonoro -como también ha quedado evidenciado en la denigratoria campaña contra el CNI o en la paupérrima contribución de España a la defensa de Ucrania frente a la agresión rusa-.

Y dentro de España, qué decir. La economía está estancada pese a las falsas promesas del coro sanchista. Los precios se han disparado un 8,7% en lo que llevamos de año y la cesta de la compra de los ciudadanos se ha encarecido cinco veces más que el IPC de mayo. Desde hace dos meses, el precio del combustible ha batido su récord histórico, pese al descuento de 20 céntimos de euro por litro acordado por el Gobierno. El precio de la luz no para de subir pese a la rebaja de impuestos. Los transportistas amenazan con nuevas huelgas y la gente podría echarse a la calle en cualquier momento.

En todo el mundo, la inflación es aplastante, empeorando los niveles de vida de las personas, avivando la furia y fomentando una agitación espantosa. La invasión ucraniana por parte de Putin ha incrementado los precios de los alimentos y de la gasolina, pero no todo se le puede atribuir al presidente ruso. El combustible en España está más caro que en los países de nuestro entorno y dichas naciones se están preparando ante la carestía de cereales prevista para después del verano. Nadie sabe cómo el Gobierno español ha previsto una coyuntura muy cercana en el tiempo que Alemania o Francia sí que han contemplado.

La izquierda es especialista en azuzar los problemas que dice combatir en lugar de resolverlos. La pobreza, desigualdad, ruina y miseria en España no han parado de crecer en los últimos años ante la mirada impávida de un presidente del Gobierno que cree que puede aprovecharse de las mismas incrementando el gasto público y tratando de crear una red clientelar de individuos subvencionados que luego vayan a votarle.

Pero los españoles no quieren una limosna en el bolsillo que no les saque de la difícil situación en la que viven. Quieren prosperar y cada vez son más quienes están convencidos que con un Gobierno socialcomunista es imposible de conseguirlo.

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