Mahsa Amini: la realidad en un mundo de ‘fake news’

Mahsa Amini

En la primera parte de este artículo, publicado el miércoles de la semana pasada, hablé de las protestas que se extienden por Irán por la muerte de una chica de 22 años a manos de la “policía de la moralidad”. Su nombre era Mahsa Amini, y murió el 16 de septiembre en Teherán tras ser detenida y golpeada por la policía por el delito de “vestimenta inadecuada”.

También comenté que el 21 de septiembre, en un discurso ante la Asamblea General de la ONU el miércoles, el presidente ultraconservador de Irán, Ebrahim Raisi, no mencionó a Amini y, en cambio, se quejó de la “opresión” de las sanciones y el “doble rasero” que se aplica Irán cuando se trata de violaciones de los derechos humanos.

¿A qué se refería? Pues al siniestro descubrimiento las fosas comunes de las víctimas de las “masacres en las prisiones” de 1988.

Según noticia sobre Iran: “Los muros erigidos alrededor de las tumbas de las víctimas de la masacre muestran la necesidad urgente de una investigación internacional”.  Los Estados que participen en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU deben pedir a las autoridades iraníes que dejen de ocultar y abran de inmediato una investigación internacional sobre la ejecución extrajudicial y la desaparición forzada de miles de disidentes que constituyen delitos en curso contra la humanidad. Lo dijo el pasado 13 de septiembre Amnistía Internacional.

Intentando desviar la atención del caso Amini y de las denuncias internacionales sobre las fosas comunes, Ebrahim Raisi invocó el espectro de las “fosas comunes” llenas de escolares indígenas canadienses. Y, justamente estos días, ha vuelto a ocupar un puesto en las noticias el caso que el año pasado, The New York Times calificó de “historia horrible”. Se informó de una fosa común de niños indígenas en Canadá lo que desató protestas y disturbios en todo Canadá. Los líderes de la Banda de la Primera Nación de la Columbia Británica Tk’emlúps te Secwépemc anunciaron el descubrimiento de una fosa común de más de 200 niños indígenas detectados en una escuela residencial en la Columbia Británica.

Cuando otros medios recogieron la impactante historia, estallaron marchas, un ex ministro canadiense lo llamó “el momento George Floyd de Canadá”. llamó al descubrimiento “Le Esccwicwéy̓”, o “los desaparecidos”.

En cuestión de días, el primer ministro, Justin Trudeau, decretó, en parte a pedido de los líderes tribales, que todas las banderas de los edificios federales ondearan a media asta. El gobierno canadiense y las autoridades provinciales prometieron alrededor de 320 millones de dólares para financiar más investigaciones y en diciembre prometieron otros 40 mil millones de dólares relacionados con acuerdos de reclamos de bienestar infantil de las Primeras Naciones que compensan parcialmente a algunos asistentes a escuelas residenciales. El Papa Francisco emitió una disculpa formal en nombre de la iglesia católica, que administraba muchas de las instalaciones de las escuelas residenciales y pidió el perdón de Dios. Dijo que planeaba visitar Canadá a finales de este año para ayudar aún más en la curación y la reconciliación.

Pero según el veterano periodista Terry Glavin, reportero por más de 20 años, la impactante historia sobre las fosas comunes no era cierta. Y decir eso, informar eso, tuvo un costo muy alto. Hay que mencionar que Terry Glavin ha tenido un enfoque particular en las minorías perseguidas. Tanto en lugares lejanos como China, Afganistán, Rusia e Irak, como en su propio patio trasero, donde ha informado extensamente sobre las Primeras Naciones de Canadá y los abusos que han sufrido a manos del Estado. Alguien que ha pasado su carrera dando voz a los más vulnerables, se encuentra acusado de negación del genocidio. Una docena de académicos en Canadá no cree toda la historia.

El supuesto cementerio, que se dice que incluye 215 cuerpos, algunos de tan sólo 3 años, se ubicó con la ayuda de un radar de penetración terrestre en el sitio de la antigua Escuela Residencial Indígena de Kamloops, que estaba a cargo de la Iglesia Católica Romana de 1890 a 1978. El número de cadáveres se basó en las irregularidades del suelo determinadas por las ondas de radar, según un antropólogo contratado por la banda para escanear el sitio. Sin embargo, lo que aún falta, según varios académicos canadienses, es la prueba de los restos en el suelo.  Desde el anuncio del año pasado, no se han realizado excavaciones en Kamloops ni se han fijado fechas para que comience dicho trabajo. Hasta ahora no se ha sacado nada del suelo, según un portavoz de Tk’emlúps te Secwépemc.

Esta clase de bulos se han generalizado y adoptado con entusiasmo por medios con poca capacidad pensamiento crítico. En este caso al vicepresidente iraní le vienen muy bien para desviar la atención de los crímenes de su régimen con un “y tú más” que en este caso ha resultado ser una ‘fake news’. Pero muy de agrado de la progresía internacional.

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