El macho alfa va de gatillazo en gatillazo

El macho alfa va de gatillazo en gatillazo

Pablo Iglesias creyó caminar sobre las aguas desde su advenimiento en política hasta que el pasado 26 de junio el sorpasso interruptus le puso los pies en el suelo. Aquella noche de elecciones generales perdió un millón de votos. En su intento de asaltar los cielos gubernamentales, chocó de bruces contra el suelo y ni siquiera pudo adelantar al PSOE a pesar de que los socialistas habían registrado el peor resultado de su historia reciente. Fue su primera dosis de realidad. Imprescindible en la vida pública cuando se trata de aminorar egos y poner a cada uno en su sitio. Iglesias recibirá la segunda cura de humildad el próximo 13 de junio. El secretario general de Podemos comparecerá en el Congreso de los Diputados para defender su moción de censura fallida, que es lo mismo que perseverar en la obstinación por hacer el ridículo. Sólo contará con el apoyo de los proetarras de EH Bildu y, si acaso, con el de los golpista de ERC y PDeCat. 

Así los españoles podrán comprobar qué tipo de formaciones tiene de su parte y, por lo tanto, a quiénes les deberá favores de cara al futuro. En política ningún apoyo sale gratis. Mucho menos, el de los partidos que comparecen en el Parlamento con la única intención de romper España. Sospechosamente, y mientras continúan las negociaciones con los secesionistas catalanes, el líder de Podemos en Cataluña, Albano Dante, ha manifestado su apoyo al referéndum ilegal y unilateral. Y nada pasa por casualidad… Lo peor de esta inane moción de censura es que Pablo Iglesias la ha planteado a sabiendas de que la iba a perder. Al igual que sucediera con el Odiobús, y ante la intrascendencia política de los podemitas, su única intención ha sido mantenerse en primera línea de la escena pública aunque sea, una vez más, a costa de montar otro circo político donde lo de menos es el interés general y los ciudadanos, y lo de más el enaltecimiento de su propia figura. 

Se supone que la finalidad de una medida así es ofrecer una alternativa solvente —tanto en lo cualitativo como en lo cuantitativo— a un Gobierno que no funcione. Si bien es cierto que los últimos casos de corrupción vuelven a encenagar las siglas del PP, eso no puede ocultar el buen trabajo que está haciendo el Ejecutivo de Mariano Rajoy a pesar, incluso, de su gestión en minoría dentro de la Cámara Baja. España sigue bajando su cifra de desempleados al tiempo que instituciones nacionales e internacionales revisan al alza las previsiones de crecimiento para 2017. Hasta el punto de situar la proyección de nuestro Producto Interior Bruto muy cerca de ese 3,2% con el que cerramos 2016, líder absoluto en Europa. Ante esa realidad vigorosa, el debate sobre la moción de censura es un partido perdido de antemano para el populista. Y cuanto más insista, más ridículo. Hasta sus socios en la Comunidad Valenciana — Compromís— le han pedido que aplace su iniciativa porque «no tiene ninguna posibilidad». Al igual que sucede en el cuento del danés Hans Christian Andersen, ese rey desnudo que es Iglesias no escuchará a nadie e irá al hemiciclo henchido de razones… cuando, en realidad, carece de ellas.

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