¡Es la libertad, estúpidos!
La invasión militar de Ucrania por parte de Putin no es “lo que estamos viviendo en Ucrania”, en palabras de la vicepresidenta comunista Yolanda Díaz; los tanques que avanzan sembrando muertos sobre suelo ucraniano, el hospital infantil oncológico bombardeado por tropas rusas a las órdenes de Putin no son “los acontecimientos de Ucrania”, como dice comunicado del Grupo de Puebla del que forman parte Zapatero y la portavoz del PSOE Adriana Lastra. Lo que estamos viviendo en directo a través de todas las televisiones de todos los países que han negado su ayuda al pueblo ucraniano es una guerra despiadada iniciada por un dictador que con la bandera comunista por estandarte ha decidido invadir un país soberano, someter a sus ciudadanos y provocar el avance del imperialismo antes llamado soviético. Es la guerra, no es un conflicto; es la guerra, no son “acontecimientos”. Es la guerra, iniciada de forma unilateral por un sátrapa llamado Vladimir Putin que ha tomado la temperatura a Occidente y ha llegado a la conclusión de que puede hacer lo que le venga en gana porque la llamada “civilización occidental” ni está ni se la espera.
Y aun hay quien dice que “no se podía saber”… No cabe hipocresía mayor. ¿Acaso no había verbalizado Putin sus intenciones? ¿Acaso no había confirmado con el movimiento de tropas que lo que decía era lo que estaba dispuesto a hacer? ¿Acaso no habíamos visto a los centenares de miles de soldados rusos en las fronteras de Ucrania, rodeando el país y esperando la voz de mando para avanzar? Claro que los países occidentales sabían lo que iba a ocurrir, al menos tenían todos los datos para saberlo. La única duda que me cabe es si además de cobardes, insolidarios, infantiles e irresponsables en grado sumo, los dirigentes políticos del llamado mundo libre -junto con la pléyade de prescriptores de opinión y expertos asalariados- son imbéciles.
Con la declaración de guerra llevada a cabo por Putin –invade Ucrania, pero declara la guerra a todo Occidente, aunque de esa circunstancia a lo mejor aún no se han dado cuenta nuestros preclaros líderes- se ha vuelto a cumplir una vieja máxima: quien paga una vez por su libertad (la “paz”, le llaman ahora) está condenado a seguir pagando para mantenerla. Dicho de otra manera: quien reacciona ante las amenazas de un experimentado killer como si fueran bravuconadas de un matón de tres al cuarto paga las consecuencias en sus propias carnes. Esta reflexión vale para la escena internacional y también sirve para España. No hay más que ver quien manda hoy día en nuestro país.
Ya se vista de comunista, de ultranacionalista o de déspota, Putin siempre encontrará la aquiescencia y el apoyo de quienes están unidos por su odio a Occidente y a todo lo que representa la civilización. Ultranacionalistas, comunistas, populistas de extrema izquierda, golpistas…. Toda esa fauna que apoya a Putin en su ataque contra Ucrania y en su cesarismo expansionista comparte ideología con la gente que apoya a Pedro Sánchez. ¿Cómo nos van a llamar para que participemos en las reuniones de la OTAN que preparan la respuesta a Putin? Todos los dirigentes del mundo libre saben que el Gobierno de España está trufado de enemigos de la democracia y de defensores de Putin. Todos los lideres del mundo libre saben que España es el único país de Europa en el que miembros del Gobierno han convocado una manifestación contra la OTAN mientras los tranques rusos masacran a los ciudadanos de Ucrania. Y todos saben, saben, cómo no, que esos socios de gobierno fueron elegidos libremente por Pedro Sánchez, un dirigente de uno de los partidos que forman el Partido Socialista Europeo ya al que, a este paso, terminarán expulsando. ¿O acaso créen que ha pasado desapercibida en Europa la comparecencia de dos de los socios principales de Sánchez, Otegi y Junqueras, comparando a Ucrania con Cataluña y a la Rusia de Putin con la España de Sánchez?
Putin ha cumplido su amenaza de invadir Ucrania tras comprobar que Occidente reaccionaba con la misma actitud cobardona y pusilánime con la que respondió a Hitler cuando invadió Checoslovaquia como aperitivo para invadir Polonia y después el resto de Europa. Aunque cabe decir que nuestra debilidad es hoy mayor, pues no hay un Churchill en Europa –ni en el mundo- capaz de decir las cosas claras y actuar en consecuencia: “Os dieron a elegir entre la indignidad y la guerra, elegisteis la indignidad y tendréis la guerra”. Resulta desolador comprobar cómo se repiten los errores de la historia, cómo los dirigentes europeos de hoy siguen prisioneros del pensamiento mágico que se rindió ante Hitler para «evitar» una guerra que ya había comenzado…
Y mientras el mundo se encuentra al borde de un enfrentamiento militar global, en la primera guerra en casi doscientos años en la que España no puede ser neutral, tenemos al frente del Gobierno a un tipo que en su primera comparecencia tras la invasión de Rusia a Ucrania se limita a advertir sobre las «consecuencias económicas», como si esa fuera la principal factura que pagará la democracia si no respondemos de forma contundente a la guerra declarada por Putin.
Cuando escribo estas líneas, Ucrania sigue resistiendo los feroces y crueles ataques de Rusia; Putin amenaza con armamento nuclear ante la amenaza de sanciones económicas (que vergüenza, por Dios, sanciones económicas para castigar el asesinato indiscriminado de inocentes…); los ciudadanos ucranianos, defendiendo palmo a palmo la libertad, advierten al resto del mundo de que si ellos cesan su lucha la víctima será la democracia; Portugal anuncia el envió de tropas y armamento para participar en la defensa de Ucrania.
Cuando escribo estas líneas, Sánchez es el único presidente europeo que no ha llamado a Zelenski ni siquiera para solidarizarse con él y con su pueblo. No es casual, él está más preocupado por mantener la alianza con los amigos y defensores de Putin que en defender la dignidad de España y la libertad de los ucranianos. Por eso acaba de prometer a sus socios españoles que no será “belicista”; dicho de otra manera: al renunciar a ser beligerante en la defensa de las libertades del pueblo de Ucrania Sánchez se convierte en un cómplice -cobardón, pero cómplice- del sátrapa Putin.
La pulsión xenófoba, nacionalista y totalitaria que pone en riesgo la democracia liberal y los derechos de ciudadanía en todo el mundo, no tienen fronteras. La misma pulsión que ha llevado a Putin a declarar la guerra a Ucrania es la que motiva a los socios del gobierno de España, esa gentuza a la que Sánchez califica como “políticos de Estado”, a la que ha amnistiado en forma de indulto o de blanqueamiento de su historia terrorista, esa gentuza que compara Cataluña con Ucrania y nos llama fascistas a los demócratas españoles y dictadura a nuestra democracia; esa gentuza que se autoproclaman “luchadores por la libertad” mientras lucen con orgullo los novecientos crímenes de la banda terrorista a la que defienden y representan. Por cierto, cuando escucho a Putin llamar nazis a los ucranianos que no renuncian a serlo no puedo evitar pensar que el sanchismo y sus socios hacen gala del mismo desparpajo para llamarnos fachas a los españoles que no renunciamos a serlo…
La batalla que se está librando no es la de Ucrania, aunque sus ciudadanos estén en la primera línea de fuego. Si no somos capaces de comprender que los ucranianos están hoy siendo los escudos de todo Occidente y no reaccionamos en consecuencia, perderemos algo más que esa guerra, perderemos la libertad y la democracia.
Salud y honor al pueblo de Ucrania. Salud y honor a su presidente Zelensky.