Lección de sentido de Estado de Feijóo en Barcelona
Lección soberana, y nunca mejor dicho, la que protagonizó Alberto Núñez Feijóo ayer por Daniel Sirera interpuesto en el Ayuntamiento de Barcelona al desahogado que todavía preside el Gobierno de España. A un Pedro Sánchez al que le ha dado igual ocho que ochenta con tal de seguir montado en ese Falcon que le va a provocar un brutal síndrome de abstinencia el 23 de julio por la noche, cuando los españoles le peguemos la tan metafórica como democrática patada que se merece.
El contraste entre el sentido de Estado del futuro inquilino de Moncloa y la felonía perpetua del futuro líder de la oposición —al menos por un tiempo— es llamativo. Con el de Los Peares vuelven esas políticas transversales que hicieron de la España de la Transición, felipismo incluido, lo mejor de nuestra historia. El espíritu del 78 es el espejo en el que gusta mirarse el hombre que, según coinciden todas las encuestas menos la del malversador Tezanos, presidirá España los próximos cuatro años.
El Partido Popular se enfrentaba ayer a una prueba diabólica de las buenas: o permitir que gobernase un corrupto apóstol del golpismo llamado Xavier Trias, tal y como le presionaba el mundo empresarial barcelonés, empezando por el simpar Sánchez Llibre, o dar vía libre a un socialista moderado que se opuso sin fisuras al 1-O como Jaume Collboni. La negociación, conducida por el que seguramente es el tipo más hábil de Génova 13, Elías Bendodo, avanzó en silencio con una sola condición por bandera: que Ada Colau no entrase en el equipo de gobierno. El papel jugado por el sensato y prestigiado Daniel Sirera ha sido decisivo en el desenlace de un envite que le ha sobrevenido al PP a apenas cinco semanas de unas generales en las que España y el principal partido de la derecha se lo juegan todo.
El contraste entre el sentido de Estado del futuro inquilino de La Moncloa y la felonía perpetua del futuro líder de la oposición es muy llamativo
Finalmente, el PSC gobernará en solitario, abjurando de Colau, la ciudad de Barcelona para suerte de sus 1,6 millones de habitantes. Lo cual resulta una obviedad al cuadrado, una perogrullada tautológica, una cuestión que hasta Abundio entendería: no puedes poner al zorro a cuidar el gallinero, a devolver el seny a la alcaldesa que se lo llevó por delante en una alucinante política de tierra quemada, a luchar contra okupas, manteros y tironeros a quien les dio barra libre convirtiendo Barcelona en una ciudad sin ley. Esperemos que Collboni se parezca más a Narcís Serra, a ese honrado personaje que es un Pasqual Maragall que se atrevió a denunciar el 3%, a Joan Clos o incluso a Jordi Hereu, que a Trias o a que una Ada Colau que propició que su municipio perdiera frente a Madrid la condición de avant-garde de España.
Barcelona, los barceloneses, se libran de que vuelva a ostentar la vara de mando un Xavier Trias que es el amigo del alma de un empresario que no es precisamente lo que se dice el colmo de la decencia: Javier de la Rosa, el hombre de KIO en España. Un sujeto este Trias que no es el abuelete con baile de San Vito merecedor de nuestra lógica conmiseración sino más bien un apóstol del golpismo, no en vano, respaldó con todas sus fuerzas el putsch de 2017, y que posee cuentas en ese paraíso fiscal que tanto gustaba a los mangantes del pujolismo, Suiza.
Feijóo ha matado dos pájaros de un tiro: apartar de la escena pública a un corrupto y resucitar ese pactismo de la Transición que tanto bien hizo
Sé muy bien quién es este sujeto porque nos persiguió por tierra, mar y aire a Esteban Urreiztieta, Fernando Lázaro y un servidor cuando osamos publicar esas cuentas offshore helvéticas en las que acumulaba 12 millones. En una suerte de pinza ultraizquierda-burguesía independentista, con la subsidiadísima La Vanguardia de mascarón de proa, intentó nuestra muerte civil poniendo a sus sicarios periodísticos a lincharnos a modo y manera. Su vileza fue más allá al meternos una querella a través de ese pierdepleitos que es Javier Melero, letrado de superdelincuentes como Javier de la Rosa o Jordi Pujol. La perdió por goleada y no recurrió. El juez fue claro en su dictamen: «La noticia es veraz».
Dios escribe derecho con renglones torcidos. El apaleamiento que padecimos cesó en el mismo instante en el que Los Papeles de Panamá confirmaron que Trias forma parte de un trust suizo con ramificaciones en otras partes del planeta. Al personaje, mentiroso patológico, no le quedó más remedio que acabar reconociendo que el Xavier Trias Vidal de Llobatera que figuraba en cuentas en un paraíso fiscal era él. Le pillaron con el carrito del helao. Por jeta que no quede: puntualizó a través de sus asesores legales que no había dinero en esas cuentas. Vamos, que nos tomó por gilipollas. Lo peor de todo es que su botín offshore estuvo vivo mientras era alcalde de Barcelona.
Pedro Sánchez forjó una entente con etarras, golpistas y comunistas bolivarianos que conllevaba implícitamente un cordón sanitario al PP
Feijóo ha matado dos pájaros de un tiro: apartar de la escena pública a un corrupto que se comportó ayer como un niño malcriado — «que les den a todos», soltó en el Pleno segundos antes de renunciar a su acta— y resucitar ese pactismo de la Transición que tanto bien hizo a este país cainita que magistralmente retrató Goya en su Duelo a Garrotazos. Mientras Sánchez se ha acostado sistemáticamente con lo peor de cada casa ninguneando al PP, a su gran rival no le han dolido prendas a la hora de hacer lo contrario por el bien de España. Frente al guerracivilismo sanchista, el presidente del PP opone el diálogo, el consenso en los grandes asuntos de Estado y la Constitución. Que esto último, y no otra cosa, es lo que ayer se dirimía en Barcelona. El sectarismo es un letal compañero de viaje cuando hablamos de las piedras angulares del modelo de convivencia que nos regalamos hace 45 años. Ojo: y no hablo de una gran coalición, ni mucho menos, entre otras cosas porque eso sería el camino más corto a una tangentópoli a la española. Hablo de puritito sentido común, de compromisos sólo en las cuestiones mollares. Y punto.
Lo de ayer es una reivindicación en toda regla de la España del 78, que consistía en priorizar lo que nos une y minimizar lo que nos separa mirando adelante y olvidando los peores demonios de una Guerra Civil que no fue otra cosa que una contienda de malos contra malos. Sánchez forjó una entente permanente con etarras, golpistas y comunistas bolivarianos que conllevaba implícitamente, bueno y explícitamente también, un cordón sanitario al PP. Siempre que hacían falta votos para sacar un proyecto estrella, el marido de Begoña Gómez miraba siempre a la izquierda más bestia, la que asesinó a 856 españoles, la que perpetró un golpe de Estado y la que estaba a sueldo de Venezuela e Irán. Sobra decir a quién hubiera elegido Sánchez si hubiera tenido que elegir ayer entre un alcalde de Bildu, ERC o Podemos y uno del PP. La tarea de recoger el guante de estadista que ayer lanzó Feijóo corresponderá al próximo secretario general de un PSOE que necesita refundarse como el comer.