Las islas podridas de la calle Génova
La realidad siempre supera a la ficción. Si no, intenten imaginar una serie televisiva que se marcara el objetivo de abarcar los casos de corrupción que gangrenan las instituciones públicas. Desde luego, sólo con los casos que atañen al Partido Popular –ya sea de manera directa o indirecta– la ficción dejaría en mantillas a las longevas Doctor Who, Los Simpson o Cuéntame. Con esta última pasa un fenómeno curioso: lleva tantos años que, los que la dejamos de ver hace tiempo siempre preguntamos: «¿Por dónde van ahora?» Y algún fiel seguidor te indica que la historia ya se va acercando a finales de los ochenta. Para la macroserie sobre la corrupción del PP, me veo preguntando lo mismo y recibiendo esta respuesta muchos años después: «Aún siguen con la Gürtel».
Y es que a las más que sobadas acusaciones de blanqueo, prevaricación, falsificación, malversación, fraude, apropiación indebida, destrucción de pruebas, financiación ilegal… Ahora el juez Velasco atribuye a Ignacio González delitos de organización criminal. Ni me imagino lo desagradable que ha debido de ser para Esperanza Aguirre el hecho de acudir a declarar ante un juez por los tejemanejes que sucedían a su alrededor y de los que ella dice no haber sabido nada en años. Uno, cinéfilo empedernido, se la imagina en la cocina de su casa a lo Michael Corleone en El Padrino III: “¡Creía que ya estaba fuera y me vuelven a meter dentro!” Dichoso Ignacio, por tu culpa la pobre hace pucheros delante de los micrófonos.
Otro que lo ignora todo es el presidente Rajoy. Como anda de viaje por Brasil, se evita que le pregunten en la sesión de control del Senado, y por el Congreso no hay pleno en las próximas dos semanas, así que la única opción de Mariano sería tirar de plasma, pero no creo que se moleste. Ya que anda por Brasil, que pregunte por los veintitrés millones de euros que supuestamente han malversado Ignacio González y los suyos en la compra de la empresa brasileña Emissao con dinero público. Suerte para Rajoy que aún tiene a su María Dolores para salir a no decir nada por él: «Menos mal que me queda Cospedal», debe de pensar Mariano.
Pongámonos en el hipotético caso de que Rajoy y Aguirre nunca se enteran de nada; que nunca vieron un sobre, ni un disco duro, ni una mordida, que no supieron de Correa, ni de Bárcenas, ni del Bigotes, ni de tantos otros. En el mejor de los casos –para ellos– estaríamos hablando de unos incompetentes de grado superior, y si tuvieran algo de vergüenza, se irían a su casa con el rabo entre las piernas. Cuesta creer esta hipótesis porque, los cientos de casos aislados y los miles –sí, miles– de imputados hacen que hasta los caramelos de propaganda electoral del PP huelan a podrido. Aislado viene de isla, y la corrupción del PP es una plaga continental. Dices esto y se ofenden los votantes. Más debería ofenderles el saqueo a las arcas públicas y la chulería con la que se ha hecho a lo largo de las últimas dos décadas. Y siguen gobernando, y amenazan con que todo lo que no sea el PP sería el caos. Que venga pronto el caos.