La Generalitat ¿un sistema deslegitimado?

La Generalitat ¿un sistema deslegitimado?

Corría septiembre de 2016 cuando el ex ministro José Manuel García Margallo, en plena incertidumbre sobre la segunda investidura de Mariano Rajoy, y ante la hipótesis de que hubiera una segunda repetición de elecciones, dijo que si teníamos que ir a unas terceras elecciones nos podíamos “encontrar con una abstención del 50%, es decir, una deslegitimación absoluta de todos los partidos”. En la misma tertulia estaba la veterana periodista Victoria Prego, que añadió “y del sistema”.

En Cataluña, de toda la vida, ha habido una parte significativa del electorado que confía más en el Estado español que en la Generalitat, lo cual se traducía en una enorme diferencia de participación entre las elecciones generales y las autonómicas. Sin embargo, esa abstención ha tocado techo en las últimas elecciones, rozando el 50% del censo. Si aplicamos la doctrina Margallo, la consecuencia es clara: los partidos catalanes han sufrido una deslegitimación en su conjunto y la Generalitat está al borde de la deslegitimación como sistema. Ello casa perfectamente, además, con el hecho de que los dos partidos que más han crecido sean precisamente los dos partidos que querrían acabar con la institución: la CUP para romper el orden establecido, y Vox para suprimir la autonomía de Cataluña.

Días antes de las elecciones, un fiel lector de Barcelona me decía que la clave no era ni si había tripartito ni si había gobierno independentista. La clave, en su opinión, estaba en la abstención, que iba a intentar ser negada u ocultada. Una anécdota importante se vivió en plena jornada electoral: Twitter censuró la cuenta de la Junta democrática que estaba incitando a la abstención. Está claro que alguien en las opacas altas esferas estaba preocupado con el tema…

Naturalmente, no negamos que la abstención ha sido motivada en parte por la pandemia. Pero vistos los antecedentes de Galicia y la comunidad vasca, que también votaron con Covid, está claro que la abstención traslada un mensaje contundente por parte del electorado: el electorado aprecia una institución atrofiada.

Esta atrofia tiene mucho que ver con la parálisis política a la que llevan las propuestas presentadas. En efecto, los independentistas ofrecen algo que está fuera de la realidad, pues ni ellos mismos asumen las consecuencias de su planteamiento. Pero, frente a eso, ninguno de los partidos “constitucionalistas” se atreve a formular una alternativa constitucional como sería la aplicación durante al menos una legislatura del artículo 155 hasta que todas las leyes del Estado y la propia Constitución tengan pleno vigor en Cataluña. Unos por otros han convertido Cataluña en la autonomía con el menor juego político de España.

Siendo que ni unos ni otros ofrecen alternativa realista y que la realidad se impone sola (sea a base de jueces, aplicaciones ineludibles del 155, intervenciones de la UE etc), el papel político de la Generalitat es cuasi-irrelevante. Y por eso la mayoría se abstiene. Los independentistas, porque saben que por mucho que voten no van a conseguir una independencia que no se creen ni sus líderes. Los unionistas, porque saben que la hegemonía independentista es inevitable aunque gobiernen los suyos (que no darían batalla cultural alguna), y porque ya han visto que el 155 se aplicará las veces que toque. Pero, así las cosas, tal vez tenga razón Margallo y los partidos catalanes (salvo, tal vez, Vox y la CUP) y la misma Generalitat como sistema democrático, están al borde de la deslegitimación.

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