España sin Europa
La España constitucional acude a Bruselas para defender la continuidad de la nación más antigua de Europa, frente a la sistémica y sistemática voluntad que lleva ocupando las acciones y contubernios del socialismo zapateril dos décadas, a saber: la sustitución de una democracia ciudadana por otra democracia militante, previa ocupación de las instituciones y el asalto y eliminación de los contrapesos y poderes que articulan todo componente liberal. Los amanuenses de la moderación, que aceptan la involución, pero no la autocracia y que ven injusto tachar de dictadura lo que empieza a tener forma de tal, consideran imprudente apelar a la movilización sin el pertinente dictamen del burócrata que todo lo arregla con informes concernidos.
The pen is mightier than the sword (la pluma es más poderosa que la espada), acuñaba el inglés Bulwer-Lytton a mediados del XIX, un tópico interesante que define la pertinencia de un buen escrito frente a la voluptuosidad con la que el espadachín resuelve sus diferencias. Me imagino a Reynders, Comisario de Justicia de la UE, citando la carta que Jefferson envió a Thomas Paine en 1792 en la que le exhortaba a que siguiera haciendo con su pluma lo que antaño se discernía con la espada. Claro que eran otras plumas y estas no son aquellas espadas. La moderación no sirve cuando te han declarado la guerra, como bien aprendieron Chamberlain y Churchill, cada uno de forma distinta, en esa Europa descosida por el mismo fundamentalismo que ahora renace, cien años después, de la mano, aquí, de Sánchez y sus socios.
La Europa edificada tras las cenizas de la Segunda Guerra Mundial contribuyó a la instauración de unos cimientos morales y económicos que han sido claves para el bienestar y desarrollo de las naciones que la componen desde entonces. De la CECA, hasta Maastricht y después, Europa ha sido el muro que frenaba toda veleidad totalitaria con base en la integración, la cooperación y la irrestricta voluntad de las naciones a mantener su dependencia unida. Al modo en que lo defendía Schuman y sus coetáneos, al nacionalismo (que es la guerra, impondría tiempo después Mitterrand) se le combate con una política colectiva y constructiva, basada en la unidad nacional ante la Unión y no frente a ella.
La burocracia de doña Ursula, tan henchida con Hungría y Polonia y débil ante el sanchismo autocrático, no ha tomado conciencia aún del desafío que tiene por delante si sigue sonriendo al proceso español como lo hace. La amnistía entra dentro de esas obligaciones y deberes de la que hablaban los padres fundadores de no mirar para otro lado cuando el nacionalismo entra en juego y determina el futuro de los ciudadanos que viven en las mismas fronteras continentales.
Ante las bancadas vacías de un Parlamento Europeo ausente, la única dignidad mostrada fue la de aquellos representantes que siguen entendiendo que lo que concierne a España, preocupa a Europa y que enunciaron, ante la Unión de Burócratas Europeos, la regresión democrática que está sufriendo nuestra nación. Uno no deja de sorprenderse ante la pasividad activa de la costra bruselense, cada vez más ineficaz, que espera paciente y observa vigilante, mientras Bolaños se carcajea en su cara cada vez que es interpelado.
La deliberación ante el desafío que tenemos presente debe versar allí arriba -y sin cesar- sobre el artículo 2 de la UE, que en su contenido habla con claridad de la separación de poderes y el Estado de derecho. A tenor de las reacciones de todas las asociaciones de jueces y fiscales, uno esperaría del ínclito Reynders mayor contundencia en su declaración y no sólo apelar a la prudencia, sobre todo porque su mayor preocupación sobre España estaba en el bloqueo del Consejo General del Poder Judicial y no en la fusión de los tres poderes en uno sólo. Por un momento pensé que el argumentario se lo habían mandado directamente por Amazon desde Ferraz.
Por mucho que insista la propaganda progresista y la sumisa acomplejada, olvídense de Hungría y Polonia. El desafío a la democracia más potente y que más urge enfrentar es el que se vive en España. Y en Europa lo saben. Pero Europa ya no escucha, sólo obedece y dictamina lo que le conviene, que viene a ser lo que a Úrsula y Pedro les sale de sus reales decretos y a Macron y Scholz de su globalismo inclusivo. Creo que hace tiempo decidieron situarnos como campo de experimentos con el que extender sus zarpas de ingeniería social totalitaria. De ahí tantas declaraciones insustanciales y tanta reacción a la carta. Ante ello, debemos concluir que, si Europa no protege a España de este destino, a España no le hará falta Europa para sus propósitos.