La España más alta del mundo

La España más alta del mundo
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El triunfo de la Selección española de baloncesto en la Copa del Mundo que se ha celebrado en China es una de esas gestas deportivas que sirven de estímulo nacional y espantan a manotazos el fatalismo. Pero más allá del chute de autoestima que supone la victoria del conjunto de Scariolo, la  medalla de oro es el reflejo de un trabajo bien hecho a todos los niveles, empezando por la Federación Española de baloncesto que preside Jorge Garbajosa, que recibió el testigo en las mejores condiciones de José Luis Sáez; de una preparación diseñada con acierto y, sobre todo, del espíritu competitivo de unos jugadores que, siendo varios de ellos estrellas en la NBA, han renunciando a disfrutar de su merecido descanso para volcarse en el equipo nacional.

Reconforta comprobar cómo la defensa de un país se gesta desde el sacrificio personal y la entrega de unos deportistas unidos en pos del objetivo común de situar a España en lo más alto del podio. Si a su calidad individual se le añade el arrojo y la fe en sus posibilidades de victoria, las probabilidades de alcanzar el campeonato crecen exponencialmente.

Podrían, obviamente, haber caído ante selecciones de enorme calidad, porque el nivel de algunos de sus rivales era altísimo, pero su forma de comportarse en los momentos de mayor dificultad, su manera de no rendirse ante la adversidad, se convierten en el antídoto perfecto contra el desistimiento y, sobre todo, representa una forma de ser que, en sí misma, es un ejemplo de vida.

La gesta de los baloncestistas españoles, como la de Rafa Nadal hace una semana en la final del Open de Estados Unidos de tenis, es la metáfora perfecta de la superación. El deporte español progresa a pasos agigantados y nos demuestra que el trabajo bien hecho, la perseverancia y la autoestima suelen ser garantía de éxito.

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