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Una escandalosa vara de medir

Una escandalosa vara de medir
  • Ecologistas de salón. A los políticos hay que juzgarles por lo que hacen, no por lo que dicen. El Pacte de Progrés autorizó 115.000 nuevas plazas turísticas. Durante el mandato de Armengol se autorizaron 3.137 licencias de casas en suelo rústico. Y Gabriel Barceló Mita (Més per Mallorca) legalizó algunas modalidades de alquiler turístico que hasta entonces estaban prohibidas por la ley de Turismo (2012) de Carlos Delgado, que sólo permitía el alquiler de estancias turísticas en chalés. Desalmados destructores de territorio cuando gobiernan y ecologistas de salón cuando se comen los polvorones y turrones en la oposición.
  • Derecha sociológica y sociedad civil. PP y Vox deben hacerse a la idea de la pasividad y el menfotisme que caracterizan a la derecha sociológica mallorquina. El votante de derechas detesta pronunciarse en público, enemistarse con los conocidos, significarse políticamente en el puesto de trabajo, mucho menos salir a la calle salvo en casos excepcionales. Entiende la política de forma civilizada, participando con su voto una vez cada cuatro años. «Som poc baralladissos», decía un ilustre periodista mallorquín. En los últimos 15 años la sociedad civil mallorquina sólo ha enseñado cierto músculo con el Círculo Balear y la Fundación Jaime III, el primero extinto y la segunda en extrema unción. A diferencia del votante izquierdista, que sí tiene quien le defienda, aparte de sus representantes políticos, el votante de derechas históricamente sólo ha contado con el PP y ahora también con Vox para defenderle, no cuenta con nadie más, de ahí la enorme responsabilidad de sus representantes en la defensa de sus electores y en dar cumplida respuesta a su programa electoral. Ni de lejos ningún político de PSIB y Més tiene la misma responsabilidad. A los partidos de izquierdas les basta con ir a rebufo de los climas de opinión que avientan sus cabeceras de papel y dejarse llevar por su sociedad «civil» tan bien subsidiada por nuestras instituciones como organizada: sindicatos, GOB, OCB, FAPA, AELC, Memoria de Mallorca, etc… La derecha política está mucho más sola y, en consecuencia, la responsabilidad de sus representantes mucho mayor.
  • Son Gotleu, inclusivo y acogedor. «Puede afirmarse sin titubear que Son Gotleu es el barrio más acogedor e inclusivo de Palma», así empezaba un diario local una crónica entre irónica y desternillante acerca de la situación de la barriada palmesana tras los últimos altercados interraciales. La crónica calificaba el barrio palmesano como un «caso de éxito atribuible a colectivos y personas que se dejan la piel por articular toda esta convivencia». Se trata, naturalmente, de la cándida opinión de una mediadora social que trabaja en este laboratorio inclusivo que es Son Gotleu y que cree que sus innumerables problemas se deben a la falta de recursos por parte del consistorio. La raíz del mal radicaría en la pobreza y la falta de atención, no en la inmigración ilegal fruto de una política suicida de fronteras abiertas. Esta lucha contra la realidad es propia de muchas oenegés y educadores sociales que viven de la mediación, la acogida y la integración y que, como buenas madres, siempre encuentran comprensión y justificación para los desmanes de sus hijos. Son Gotleu es para todos ellos un paraíso de la inclusividad, como lo son algunos colegios públicos para sus orientadores y psicopedas. La defienden, claro está, porque han hecho de ella su modus vivendi. Los que no viven de la inclusividad pero sufren a diario sus estragos, en Son Gotleu y en los centros educativos, sólo cuentan los días… para huir del paraíso.
  • Una doble vara de medir escandalosa. El pasado martes la diputada Carrió acusó a los diputados de Vox de ser «los mismos que incitaron al asesinato de Federico García Lorca» en medio del debate sobre la entrada de los menores de edad a las plazas de toros. El altísimo listón moral de la diputada de Més, el mismo listón que le lleva a acusar a alguien presente de incitación a un asesinato acaecido hace casi 90 años a cuenta de un debate sobre la tauromaquia, se desvanece por arte de ensalmo cuando la misma diputada ampara como si fuera Santa Teresa de Calcuta a los inmigrantes ilegales que están sembrando el pánico en Son Gotleu y S’Arenal y sobre los que pesa un amplio historial de crímenes y delitos. Para Carrió, no hay inmigrantes ilegales porque las «personas no son ilegales» y si delinquen es porque son pobres y porque no les queda más remedio por mor de un «sistema» administrativo que les sitúa injustamente en la irregularidad. La vara de medir es sencillamente escandalosa. El presidente de la cámara, Gabriel Le Senne, debería llamar al orden más a menudo a la diputada de Més, aunque las víctimas de su flamígero verbo sean de su propio partido.

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