La emoción que apasiona a un taurófilo
No les hablaré de la Tauromaquia como una factoría cultural que emplea a más de 100.000 personas o por los más de 1.000 millones de euros que genera. No presumiré de su gran rentabilidad o de su papel turístico, como uno de los principales espectáculos de masas en España, ni tampoco del enorme valor ecológico que tiene el toro de lidia, del cual dependen la supervivencia de las dehesas. Deben tener en cuenta que este ejemplar animal ocupa una séptima parte de la superficie de la dehesa ibérica. Y sin profundizar en esta materia, permítanme que les deje una pregunta para la reflexión, ¿daríamos la oportunidad de nacer al toro si dejara de morir en una plaza de toros?
No pienso ser osado presumiendo de la Tauromaquia por lo mucho que tiene que ver dentro de la riqueza cultural española, como patrimonio cultural inmaterial nuestro que es, ojalá pudieran refrendar su opinión célebres del mundo cultural, sin distinción ideológica, ya que los valores culturales del mundo del toro son totalmente plurales. Menciónese a José María de Cossío, Valle Inclán, Dalí, Ortega y Gasset, García Lorca, Goya, Sorolla, Picasso, Manet, Miró, Zuloaga y un largo etcétera de artistas e ilustrados. Es tan inmensa la lista, mal que les pese a algunos acomplejados, que como diría el torero, Rafael Gómez Ortega ‘El Gallo’, de esta minoría acomplejada: “Hay gente pa tó!”.
Pero, donde realmente me gustaría profundizar, más allá de la industria del toro, es en el factor humano, en la emoción, en la pasión, la ilusión, los sentimientos, en el corazón y alma que rodea al mundo del toro, como forma de vida. Difícil de plasmar en unas letras algo tan intangible, es cierto. En décadas anteriores, se decía que un adolescente deseaba ser torero por hambre, hoy esto queda demostrado que no es cierto. Viendo las Escuelas Taurinas, nido de personas curtidas en una cultura recta y de respeto, llenas de jóvenes ilusionados por un sueño. Conscientes de que ese sueño entraña un camino duro y de mucho sacrificio.
Pero, aún así, y a pesar de las piedras del camino, estas personas llenas de juventud deciden entrar en un mundo en el que se juega con la muerte, dedicando una etapa, tan especial de sus vidas, a la plena dedicación por un deseado anhelo. Todo por una sincera vocación y una desmedida afición que te manda tú yo interior. Y lo digo yo, ya que así lo sentí en mis propias carnes, después de estar viendo toros desde que tengo uso de razón junto a mi querido padre. Sin pertenecer a familia torera y sin tener ninguna necesidad económica, le dije a mis padres: “Quiero ser torero”. De ahí, nace esa fuerza interior brotando desde la más pura convicción, fuerza que de forma natural te hace superar el sacrificio que requiere el bonito camino hacia la gloria.
Para qué decir, lo que significa para muchos aficionados sentir el estallido de un ¡olé! en una plaza llena hasta la bandera y el sentir al ver unas sentidas verónicas acompañadas armónicamente con el cuerpo, con naturalidad, arrastrando las bambas del capote, con temple y empaque, hincando la barbilla en el pecho, convirtiéndose toro y torero en monumento en movimiento. O al ver, un torero entregado, en medio del ruedo, con la muleta en la mano izquierda, cruzado al pitón contrario, adelantando la muleta, trayéndose al toro toreado, lentos y templados naturales, cargando la suerte, ligando la hondura de la grandeza del toreo al natural, hasta rematar con un profundo pase de pecho de pitón a rabo. “La piel de gallina” al sentirte cómplice de una belleza extrema del sobresaliente arte de torear. La esencia más brillante de un espectáculo cultural sin parangón.
Desde esa sensibilidad, de haber estado dentro de un traje de luces y saber lo que significa hacer el paseíllo en plazas, como en la de mi ciudad, Albacete, así como los conocimientos que como aficionado me he preocupado de adquirir, procuro fomentar, proteger y defender lo que siento tan dentro de mí. De esta manera, así actúo, bien sea desde la Fundación Toro De Lidia, como miembro del jurado de los prestigiosos ‘Premios Samueles’, como asesor artístico-técnico de la plaza de toros de Albacete, aprovechando las presentes líneas para agradecer la oportunidad que me han brindado los fabulosos presidentes que tiene la suerte de disponer dicha plaza, o porque no decirlo, desde la política, otra de mis apasionadas inquietudes. Cualquier sitio, foro o institución es idóneo para defender lo que crees justo.
Desde que estoy involucrado en acción política, en mi partido, en el PP, he tratado de hacer acciones que promuevan la Tauromaquia. Me duele oír, que mi presidente, Pablo Casado, defiende ahora con más contundencia la Tauromaquia, por los mensajes directos, en este sentido, lanzados desde otras formaciones políticas. Desde el PP siempre se ha defendido la Tauromaquia, valga de ejemplo que fue el PP quien llevo la Ley al Senado con la finalidad de proteger esta disciplina artística, declarándola Patrimonio Histórico Cultural. Quienes conocemos a Casado y conocemos su sensibilidad y buen hacer, como hombre cabal, si ahora fomenta más enérgicamente la Tauromaquia es por los ataques tan injustificados e infundados que está sufriendo y no porque otros partidos políticos se adueñen de ideas sin hechos.
Respetar y respetando, disfrutando sanamente de esa emoción que apasiona unos al ver lo descrito, otros al disfrutar del mundo lírico bien al ver un concierto, teatro, ópera, zarzuela… En el S. XXI debe primar la libertad por encima de complejos o vanidades. Somos plurales por lo que debemos ser prudentes y nobles.
Antonio Martínez Iniesta, secretario de Asuntos Taurinos del PP de Albacete.
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