Elecciones en Francia: impensable pero no imposible
El resultado de ayer de la primera vuelta de las elecciones a la presidencia de la V República en Francia ha confirmado los pronósticos que todas las encuestas señalaban, con Emmanuel Macron (27,6%) y Marine Le Pen (23,4%) pasando al ballotage de la segunda vuelta. En principio los resultados y las declaraciones de tres de los restantes candidatos no presagiarían ninguna sorpresa para el próximo día 24, con total continuidad del statu quo político actual: el radical izquierdista Mélenchon con un 21,9% de apoyo; la candidata de los centristas republicanos Valerie Pécresse (4,8%), y la socialista Anne Hidalgo (1,7%), situada en la cola de los candidatos, pidiendo a sus votantes un apoyo directo para Macron en una nueva edición del «pacto republicano».
Pero resulta llamativa la rotunda decadencia electoral del Partido Socialista, que confirma tendencias anteriores que ya llevaron hace cinco años a que el presidente de la República François Hollande renunciara a aspirar a la reelección, decisión inédita en la V República hasta ese momento. Algo similar le sucede a su homónima de centroderecha —los republicanos— con quienes se habían repartido las once presidencias anteriores, y que no alcanza ni el 5% de los apoyos, lo que muestra una virtual desaparición del bipartidismo imperfecto que ha gobernado la actual V República. Para darnos cuenta de la magnitud de esa derrota, es como si en España el PP y el PSOE hubieran desaparecido del panorama político nacional, provocando una acentuada volatilidad electoral y una crisis del sistema partidista. No olvidemos que el propio Macron pasó de ser Ministro de Economía e Industria de Hollande el bienio 2014-2016, a alcanzar la presidencia al año siguiente sin partido alguno que le respaldara para, a continuación y tras fundar el suyo propio EM («En Marche» o «Emmanuel Macron»), obtener la mayoría absoluta de la Asamblea Nacional.
Este dato es el que atenúa el triunfalismo y hace que, pese a las apariencias, no se dé por segura la victoria de Macron, como sucedió hace cinco años cuando barrió a Marine Le Pen. Hoy, la sociedad francesa está muy polarizada —situación parecida a España— por una crisis económica tras la pandemia y la guerra, y una inflación que está afectando a amplias capas de la población. También por la inmigración, convertida ya en una cuestión de identidad nacional para una parte significativa de la sociedad.
Más del 30% en apoyo directo a Le Pen y a Zemmour, y el numeroso voto transversal presente en las otras candidaturas, hacen de este balotaje una votación más incierta que la de 2017, cuando Macron obtuvo un 66% frente a un 34% de su rival. Sin Merkel el eje francoalemán sobre el que ha pivotado la UE ya no tiene la misma fuerza, y en la actualidad resulta impensable una victoria de Le Pen. En esa hipótesis histórica, la vuelta a la «Europa de las Patrias» de De Gaulle provocaría un seísmo político mayor si cabe que el del Brexit, sin descartar un Frexit. Parece política ficción, pero que sea impensable no significa que sea imposible.
Requiere de una profunda introspección el actual papel de la UE de mera comparsa política y militar en la disputa entre Estados Unidos y Rusia que se está librando en Ucrania —territorio europeo, no se olvide—, y que nos lleva a padecer las consecuencias económicas y sociales de una guerra que otros han provocado. La UE es un gigante económico con pies de barro, mientras China y Rusia ya han pactado su papel en el nuevo orden multipolar que anuncian se avecina. A ese orden es al que se opone EEUU, que no acepta verse relegado a ser un mero actor más, perdiendo su actual posición hegemónica adquirida desde el final de la Guerra Fría.
Las encuestas muestran una prueba inequívoca y definitiva de la crisis del actual sistema partidista en Francia, y apuntan a una votación muy ajustada de en torno al 51%-49% a favor de Macron, pese a que los demás candidatos recomiendan el voto a su favor para evitar un triunfo de la «ultraderechista» Le Pen. Pero los franceses tienen claro que el voto es suyo y no de los partidos.