Economía sostenible frente a la economía sostenida

Economía sostenible frente a la economía sostenida

Como venimos diciendo, nos encontramos en un momento crítico para la economía. La actuación de muchos políticos está ignorando la realidad económica que vivimos y no se dan cuenta -o no quieren darse- de que están provocando, con sus decisiones, un problema de unas dimensiones desconocidas.

El Gobierno del presidente Sánchez lo fía todo a los fondos europeos que España recibirá -para los que tendrá que cumplir con una serie de condiciones en forma de reformas estructurales, por mucho que el Gobierno lo niegue- pero dichos fondos no sólo pueden llegar tarde, sino que de seguir durante mucho tiempo más con estas restricciones, con una creciente inseguridad económica y con la incertidumbre de no saber si el verano va a poder ser normal para el turismo, no servirán de  mucho tampoco, pues muchas ramas de actividad económica, como son el comercio, el turismo, el ocio y la hostelería, pueden haber sufrido tal debacle que no sea fácil recuperar el nivel de prosperidad y empleo previo a la crisis en varios años. En lugar de reformas y de permitir que la economía funcione si cortapisas, impone restricciones e incrementa el gasto, que tendrá un recorrido corto cuando ya no se pueda aumentar más.

Hay dos formas de orientar la política económica. Una es la que apuesta por realizar reformas, tratar de no interferir en la actividad económica y drenar la menor liquidez posible a personas y empresas con los impuestos, es decir, que los impuestos sean bajos. De esa manera, confía en crear las bases estructurales que le permitan a la economía desarrollarse por sí misma, generar riqueza, empleo y prosperidad, es decir, que la economía sea sostenible por su propia estructura.

La otra forma, que es la que tenemos ahora y que, desgraciadamente, es predominante entre muchos políticos, es la que aplica la izquierda, que nunca ha sido muy ducha en obtener buenos resultados en economía. Sus logros económicos suelen ser, con honrosas excepciones, inversamente proporcionales a sus éxitos propagandísticos. Es verdad que hay socialdemócratas brillantes, cuyo único problema es que suelen confiar en exceso en el gasto público sin ver del todo los efectos negativos que conlleva la expulsión del sector privado por esa sustitución que se produce por el sector público y en la merma de la actividad derivada del incremento de impuestos.

Ahora bien, esos socialdemócratas brillantes, que los hay, y creo que la vicepresidenta económica es uno de ellos, pueden obtener resultados que no sean eficientes, pero tampoco que generen un descalabro insalvable. Sin embargo, la izquierda actual, una vez que ha anulado a la vicepresidenta Calviño e incluso me atrevo a decir que a la ministra de Hacienda, que pese a que es muy dogmática tiene muchos años de experiencia en gestión y sabe que hay ciertas cosas que no se pueden hacer para no poner en peligro la economía, es una izquierda tremendamente irresponsable, y en el ámbito económico se ve claramente.

Lo que ha hecho con los PGE es una huida hacia delante, donde suple la falta de crecimiento con promesas de gasto de todo tipo sin pensar en la losa de deuda que genera, porque realmente la interpretan como una deuda perpetua, que, por cierto, era la forma de financiarse que tenía el Gobierno en el régimen de Franco, con lo que aplicando los socialistas y comunistas su propia ley de rencor, deberían desterrar esa práctica, que eso sí que no era positivo. Han llegado hasta tal punto de proponer – Podemos y la presidenta del PSOE- la condonación de la deuda. Ante tamaña barbaridad, no le ha quedado más remedio a Calviño que salir a censurar dicha petición, pero nos da una idea de por dónde va la parte más extremista del Gobierno.

La izquierda apuesta, así, por el gasto, déficit y deuda y, sobre todo, por una economía subsidiada, por una economía sostenida, que no sostenible. Es sostenida porque se sujeta artificialmente con fondos públicos, que cuando se acaben dejarán al descubierto las ineficiencias de la economía y habrán enquistado, aplazado y, por tanto, agrandado el problema económico.

Con ese enfoque, la economía avanza inexorablemente hacia la conversión en una economía subsidiada, clientelar e insostenible.  Esta gestión contraproducente sólo puede conducirnos a acentuar la destrucción del tejido productivo y, con ello, de millones de puestos de trabajo, dejando a trabajadores y empresarios sin cobertura alguna, y a destruir, así, la prosperidad labrada por los españoles, convirtiendo a nuestra sociedad en un ente pobre y subvencionado, incapaz de prosperar. Es, como digo, el paso de una economía sostenible a una economía sostenida artificialmente. Es la distancia que media entre la prosperidad y la pobreza, respectivamente. Es la apuesta de la izquierda radical actual por una economía subsidiada en lugar de por una economía productiva. Es el camino más directo hacia el empobrecimiento de todos los españoles.

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