Las drogas, una puerta falsa

Drogas
  • Pedro Corral
  • Escritor, investigador de la Guerra Civil y periodista. Ex asesor de asuntos culturales en el gabinete de presidencia durante la última legislatura de José María Aznar. Actual diputado en la Asamblea de Madrid. Escribo sobre política y cultura.

Pertenezco a una generación devastada en su juventud por las drogas. Cuando echamos la vista atrás, nos sentimos como supervivientes de una guerra de trincheras. Vimos morir a familiares, amigos y compañeros que estaban a nuestro lado. Les tocó a ellos pagar el más alto precio de una quimera letal.

Aquellos mitos supuestamente liberadores del mayo del 68 en París cayeron sobre nosotros como la vomitona de un borracho vertida desde un puente sobre los pasajeros de una barcaza surcando el Sena. Debajo de los adoquines no había ninguna playa, solo las arenas movedizas que engulleron a tantos y a sus familias.

Porque hubo muchas cruces al otro lado de las caras festivas de la «movida»: las de los cementerios, pero también las que llevaban a hombros las familias en días y noches de desasosiego y, sobre todo, de soledad.

Eran los tiempos de la «desinstitucionalización psiquiátrica». Aquella tendencia supuso echar a la espalda de las familias un doble problema: el de la adicción y el de la enfermedad mental.

Nadie tiene en su casa el tratamiento adecuado ni para una ni para otra. Todo se suple con el amor sin medida, y ahora se me pone un nudo en la garganta mientras escribo, sobre todo de las madres desgarradas, pero firmes, tratando de mantener el timón ante el trágico zozobrar de las vidas de sus hijos.

Cuántas noches en vela, cuántas salidas intempestivas a buscarlos, náufragos, por las orillas frías de las madrugadas blancas, pensando que quizá sería la última vez.

Cuántas esperanzas sembradas ante el menor atisbo de recuperación, antes de que una nueva tormenta descargara el enésimo chaparrón de realidad. Y vuelta a empezar, vuelta y más vuelta sobre el vacío, no pocas veces hasta el desenlace donde ya no había vuelta atrás para ellos… y, pese a todo, qué dulces al recuerdo sus vidas truncadas, en tantas cosas luminosas e imborrables.

A pesar de los esfuerzos de concienciación y de sensibilización, las drogas siguen teniendo buena propaganda en nuestros días. Son muchos los jóvenes, cada vez de menos edad, que se sienten atraídos por el mensaje falsamente transgresor que las envuelve en el imaginario de tantos rebeldes sin causa.

La inmensa mayoría desconoce el altísimo precio de la entrada a ese mundo presuntamente transgresor, en que la realidad parece perder por fin esos contornos aristados y hostiles que te atosigan, y donde crees que dibujas tú mismo tus propios mundos alejados de tu cotidiano existir que crees gris y monótono.

Lo que se distorsiona con las drogas no es la realidad que te rodea: lo que se distorsiona eres tú. De la misma forma que las drogas no son ningún «viaje», salvo que asumas que son tu mente y tu cuerpo los que vas echando a la caldera como combustible para dar cada vez más velocidad a ese tren que va a ninguna parte.

Imaginemos a un adolescente ante una de las pruebas a que se enfrentan los personajes de los videojuegos, con varias puertas delante de él. Tiene que elegir la que le llevará a cimentar su seguridad en sí mismo, su confianza en sus propias potencialidades, su capacidad para demostrar sus destrezas personales, lo que desde nuestros tiempos se llamaría ser un «enrollado». Esa es la prueba clave a esas edades, como la del laberinto clásico, donde te encuentras o donde te pierdes.

Pues bien, de todas las puertas que tiene enfrente, las drogas son la puerta falsa que sólo conduce al abismo. La adicción, empezando por la supuestamente inocua del «cannabis», es la puerta a todo lo contrario de lo que busca el adolescente: a la inseguridad, la desconfianza y la incapacidad. Al final será, sí, una persona «enrollada», pero lo será porque la adicción lo tenga cautivo, asfixiado, como una boa gigante tiene «enrolladas» a sus presas.

Hoy lo auténticamente transgresor, la verdadera rebeldía, la definitiva batalla por la libertad de uno mismo es dar un portazo a la esclavitud de las drogas.

Las instituciones públicas pueden desempeñar un papel clave en esa batalla. Así lo hemos asumido en la Asamblea de Madrid, donde hemos promovido desde el Partido Popular la creación de una comisión de estudio sobre el consumo de drogas ilegales, sobre la que Isabel Díaz Ayuso ha querido poner el foco en esta legislatura.

La votación de esta comisión en el pleno en el pasado mes de marzo arrancó la unanimidad de todos los grupos políticos, lo que es un mensaje alentador sobre la coincidencia de todos los representantes de los madrileños sobre la importancia de esta cuestión.

A la comisión parlamentaria se suma la voluntad del Gobierno regional de abordar con más medios y recursos la prevención y el tratamiento de la adicción a las drogas. Es fruto, más allá del compromiso político, de una convicción personal por parte de Isabel Díaz Ayuso y de su consejera de Sanidad, Fátima Matute, ante la urgencia de atacar un grave problema de nuestro tiempo, sobre todo entre los jóvenes.

Ya está en marcha el I Plan Regional contra las Drogas, presentado el pasado noviembre, con más de setenta y cinco medidas y un presupuesto de 200 millones de euros, con iniciativas de prevención y concienciación, dirigidas preferentemente a los más jóvenes. Un ejemplo es la campaña «Los porros golpean tu vida hasta destrozarla», que alerta sobre los demoledores efectos del cannabis, con una creciente incidencia en la aparición de brotes psicóticos entre sus consumidores.

El reto sanitario y familiar que comporta la doble condición de la persona que padece adicciones y a la vez una enfermedad mental, lo que se conoce como «patología dual», también tiene respuesta en este Plan Regional con la puesta en marcha de la Unidad Ambulatoria de Patología Dual, que prestará apoyo psiquiátrico a estos pacientes en tratamiento dentro de la Red Asistencial de Adicciones. También se reforzará la Unidad de Ingreso y de Hospital de Día de Desintoxicación y Deshabituación para adolescentes y jóvenes.

El abordar la patología dual es un camino imprescindible de las políticas públicas en la asistencia a estas personas. Supone un gran paso a la hora de abordar su tratamiento, como lo es para la mejora y especialización de la atención que reciben por parte de unos profesionales de incuestionable dedicación y entrega. Pero, sin duda, es también un avance importante para comprender y ayudar a las familias que viven esta realidad, y acompañarlas en esta lucha contra la silenciosa epidemia de las drogas que es la lucha de todos.

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