Las dos Américas y el frenesí de Trump
Dos Américas. Una de ellas, la rural y la profunda, la íntima y apegada al sueño americano. La otra, más urbana, cosmopolita, abierta y adaptable a los cambiantes escenarios. Y América, en suma, no ha aprobado a Donald Trump en su examen parcial de mandato de noviembre. La nueva composición parlamentaria estadounidense actuará de freno para esa América pretendida por el republicano, la de un nacionalismo recalcitrante y algo extremista. Desde el punto de vista económico se desmoronará esa vis proteccionista que enciende conflictos comerciales en el plano internacional y que acorrala al liberalismo.
La América urbana está por la labor de que EEUU siga liderando el concierto económico bajo su patrón habitual, sin estridencias ni levantando muros ni creando rencores. Y eso acontece en un marco en el que el país vive su ímpetu cíclico, con un previsible crecimiento de su PIB en 2018 del 3%, con impulsos fiscales eróticos, con una tasa de paro en mínimos –del 3,7%-, con la demanda interna tirando, con la inflación de calidad subiendo gracias a las mejoras salariales y a los repartos de beneficios, aunque tal vez su economía esté creciendo hoy por encima de su potencial.
Trump no aprueba pese a que Wall Street vive un año de récords con máximos históricos, con empresas capitalizando por encima del billón de dólares, pero también cuando asoman dudas acerca de las altas valoraciones, resquemores sobre grandes operaciones corporativas basadas en excesivos apalancamientos y emergiendo cuantiosos fondos de comercio… Esa efervescencia de las Bolsas de EEUU, y también del mundo, demanda por fuerza un encarecimiento del crédito ante esa ebullición de deuda.
Quizás, en su subconsciente, los norteamericanos se interrogan qué demonios pasará en 2020, cuando algunos incluso opinan que posiblemente la economía estadounidense hoy ya se encuentre algo recalentada, con la normalización de la política monetaria de los bancos centrales, cuando llegue el momento de la corrección y asomen riesgos de iliquidez y posibles ventas a precios de derribo que desemboquen en un colapso financiero, cuando cristalice de verdad el agravamiento de las disputas comerciales en juego que tiene un variado elenco de protagonistas con los mismos EEUU a la cabeza, con China y sus dudas y sus deudas, con la Europa timorata y sin brío, con México y ese horrendo muro que Trump insiste en levantar, con el tranquilo Canadá y el resto de economías emergentes y avanzadas en el baile…
Hay una América que parece inclinarse por la restricción de los flujos de tecnología e inversiones desde –y hacia– EEUU, que pretende poner límites a la inmigración necesaria para mantener su crecimiento ante el envejecimiento de la población norteamericana, en la que cunde el desaliento en las inversiones en eso que se da en llamar “economía verde”, respetuosa con el cambio climático, que clama por políticas de infraestructuras que devuelvan ímpetu americano…
Y, mientras, piensan los detractores de Trump que se está dando una desaceleración en el crecimiento económico en el resto del mundo y otros países, amenazados por Donald, tomarán represalias contra EEUU, como China, y amaina el crecimiento en una Europa que se enfrenta a los ajustes de su política monetaria y a un cúmulo de fricciones internas.
¿Qué hará Trump entonces, cuándo concurra toda esa suerte de circunstancias adversas, decaiga probablemente el crecimiento y no sólo se deje de crear empleo, sino que se vomite paro? ¿Qué será de EEUU y de la propia Europa cuando ya no pueda recurrirse a más expansión ultramonetaria porque los abultados balances de los bancos centrales ya no permitan experimentos de esa índole y no haya alternativas para bajar los tipos de interés?
América es América, con sus entrañas, su costa Este y su costa Oeste… El sueño americano, espero, sigue más vivo que nunca con Donald Trump, para lo bueno y para lo malo. ¿Alguien piensa en un Trump europeo?