¿Descomposición de Europa?
Hace algo más de un año, a principios de 2017, decía y escribía que el rumbo de la economía tanto el pasado año como éste y el que viene vendría muy marcado por la situación política. En aquel momento, Trump estaba aposentándose en la Casa Blanca y parte de Europa encaraba procesos electorales que, en algunos casos, se presumían movidos. Es cierto que en Holanda y Francia se salvaron sus respectivas elecciones, pero no es menos cierto que las posiciones más extremistas y, por así decirlo —aunque a veces uno no tenga la idea clara de si el término suena a despectivo o a defensa de los derechos de la ciudadanía que cada vez se ven más desfigurados— populistas ganaron protagonismo en sede parlamentaria.
El posterior impasse de Alemania agitó dudas y de hecho su orfandad de autoridad gubernamental, junto a otras circunstancias, le ha pasado factura en la aceleración de su economía. La situación política italiana, con un clamor populista exaltado y evidentes tics antieuropeístas, con más elecciones a la vista, empaña el panorama europeo y la inestabilidad política española, amenizada por toda suerte de factores que van desde la corrupción hasta el soberanismo, son determinantes para hacer crujir los cimientos, no profundamente sólidos, de una parte de Europa, la de la periferia, que es también parcela relevante de la moneda única, el euro.
Mientras las tormentas políticas desatadas en Italia y España arrecian sobre todo el resto de la Unión Europea, golpeada por el Brexit para el que inexorablemente queda menos, Portugal y Grecia se ven contaminadas y Francia se empieza a salpicar de esa atmósfera enrarecida justo cuando se cumple el 50 aniversario de aquel, para mí aun cercano, mayo del 68.
Los portugueses, con su humildad característica, han hecho los deberes impuestos por la troika, su PIB en 2017 creció al 2,7%, Portugal se esfuerza por mantener su disciplina fiscal en cuanto a la deuda pública y contener el déficit, y ahora, de repente, como consecuencia de las complicaciones que se viven en Italia y España, por causa de esa desconfianza que hay en la Europa del Sur, los lusos se ven contaminados financieramente. Nadie habla de Grecia desde hace meses, como si el problema del país heleno se hubiera resuelto. Y nada más lejos de la realidad. Grecia va cumpliendo a rajatabla con los deberes impuestos por la troika, pero, a nivel interno, la insatisfacción popular es manifiesta y el pueblo griego vaga impregnado por el desánimo. Un suma y sigue que tiene más aspectos, más aristas y que en los próximos artículos desmenuzaremos detenidamente.