La democracia paralela del PSOE

PSOE

Hubo un tiempo, a comienzos de los ochenta, en que el PSOE pareció abrazar una socialdemocracia a la europea que aislaba sus devaneos marxistas, esos que arrastró en la etapa republicana hacia un totalitarismo soviético de sangre y violencia, antes de las merecidas vacaciones que durante el franquismo se tomaron. Cuando la espichó el dictador que cada mañana les viene atormentando desde 1975, volvieron para ocupar alcaldías, diputaciones y autonomías con la fuerza regeneradora de un tsunami democrático que arrasó con cualquier intento de considerar la política como instrumento de vocación y honradez. Siempre fuimos más de partido que de personas y la España de Felipe se agarró al PSOE como el funcionario a su sueldo o el jubilado a su pensión: la España del progreso empieza por no tocar las costumbres de los progresistas, se pensó entonces, y ahí seguimos.

Lo que vino después fue lo que esperábamos de quienes ostentan la representación de la ideología con mejor marketing y peores resultados de la historia. La estrategia de quienes dirigen el PSOE, asesoran al PSOE, trabajan en el PSOE y viven del PSOE es garantizar la supervivencia de la marca, su existencia por los siglos de los siglos. No les mueve otra condición y a ello se dedican, aunque necesiten alterar la realidad y construir universos paralelos de democracia y progreso. La desconexión del PSOE en los últimos años con la verdad, y con las necesidades e intereses de la ciudadanía que representan, sólo se explica si uno lee y comprende su historia. El recordado Escohotado definió a Sánchez como un fosfeno (destellos de luz que entran por el ojo cuando este se pliega con el párpado) seguidor de esa gran maldición iluminada llamada Zapatero, el verdadero responsable que rescató del olvido colectivo el odio y la trinchera en España antes de preparar su desembarco en el caribe dictador.

Así, seas o no votante zurdo, ten en cuenta lo siguiente: cada vez que alguien de izquierda te diga que la derecha no acepta la democracia, que legisla sólo para los ricos y la libertad y la igualdad se perderían con ella gobernando, asume que está proyectando sus propias miserias intelectuales y vicios sociológicos en ti. Pero son suyos, sus aspiraciones y deseos, sus ganas de que nadie retrate la espiral de cinismo y mentira en la que envuelven su voto, tan cautivo como su mente. Quien mejor entiende las deficiencias cognitivas y críticas de un votante socialista es, precisamente, quien mejor vive de él: otro socialista, sólo que éste, con poder. Es lo que lleva sucediendo desde hace más de un siglo. Por eso, aún hay quienes defienden dicho modelo, como ese alguien de izquierdas que ejerce la proyección en lo que desprecia. No porque quieran sufrir las consecuencias del socialismo (miseria, exilio y muerte), sino porque aspiran a tener el poder o a que sus amigos lo obtengan. De ahí su obsesión por controlar, manipular, adulterar y reescribir la educación/historia, por cerrar toda red social que sea capaz de desmontar su argumentario trilero y por silenciar cualquier oposición que cuenta la verdad de sus felonías.

Todo ciudadano debe aspirar siempre a su mejor condición cívica y vital. Y entender, si aún hoy sigue creyendo que el PSOE es el mejor remedio a sus males de pobreza y hastío, que del socialismo se sale, como han comprobado economías de medio mundo cuya prosperidad se incrementó cuanto más lejos estaban de las ideas paternalistas, intervencionistas y liberticidas impuestas desde el Estado y el gobierno. El penúltimo ejemplo es Argentina. El socialismo, como saben en el PSOE, no es una alternativa al capitalismo, sino a todo sistema en el que los hombres puedan vivir como seres humanos, como dejó dicho Von Mises. Largo Caballero, en su inteligencia komintern, le dio la razón a Tocqueville cuando arguyó que democracia y socialismo eran templos opuestos, pero mientras el pensador francés lo vio y vivió tras su regreso de Estados Unidos, el Lenin español lo practicó entre checas y golpes de Estado. El PSOE está hoy más cerca de esto último que de lo que un día decidió ser tras Suresnes. Empero, de un gobierno y un poder con Sánchez, Montero y Zapatero no se sale sin peajes ni hipotecas. Lo que ahora vivimos no es democracia, ni siquiera paralela, es otra cosa cuya definición aún esperamos que nos la regale un politólogo del Gobierno, a ser posible, del PSOE.

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