Del primer al tercer mundo por la gracia de Puigdemont
Mientras Carles Puigdemont prolonga su actuación en el teatro del absurdo golpista y piensa en qué respuesta dará al requerimiento del Gobierno, la economía catalana sigue dando pistas de la ruina que sobrevendría a los ciudadanos tras una declaración en firme y definitiva de independencia. Lo ha advertido Soraya Sáenz de Santamaría: «Debería ser un buen año para el crecimiento y el empleo, pero los acontecimientos que estamos viviendo en Cataluña nos hacen ser prudentes». La vicepresidenta del Gobierno ha alertado de que el Gobierno revisará a la baja el Producto Interior Bruto si continúa el golpe de Estado desde Cataluña. No sólo ella, también la directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, ha señalado que una prolongación de la crisis catalana podría tener un impacto negativo en la economía española. Dicho impacto se deja sentir ya al otro lado del Ebro en sectores como el inmobiliario, donde el desafío separatista ha paralizado la mitad de la actividad de compraventa.
Ya que apelar a la responsabilidad de Puigdemont es como creer en las entelequias, el Ejecutivo tiene que extremar las medidas para que las acciones de los pirómanos de la política no conlleven la ruina de los catalanes. El turismo, la joya de la corona de nuestra economía, también está sufriendo las consecuencias de esta sinrazón institucional. La contratación en este sector ha caído más de un 30% en la región desde las semanas previas a la celebración del referéndum ilegal. Una merma que no sólo daña nuestra economía —que ya es suficientemente grave—, sino que además perjudica la proyección de nuestra imagen a nivel internacional. Turistas, inversores y organizadores de grandes eventos piensan con cautela si ir o no a Cataluña. No es de extrañar, la inestabilidad e inseguridad jurídica pueden llevar a una comunidad autónoma del primer mundo hasta las orillas de la marginalidad.
De hecho, los dirigentes del gigante GSMA, empresa que organiza el Mobile World Congress —uno de los encuentros tecnológicos más importantes del mundo—, están pensando muy seriamente la posibilidad de abandonar Barcelona para siempre a pesar de que tienen un acuerdo firmado con la capital para ubicarlo allí al menos hasta 2023. Este encuentro generó en su última edición la cifra récord de 108.000 visitantes y un impacto económico estimado en más de 465 millones de euros. Ante la obsesión de Puigdemont y sus acólitos, su presencia se evaporaría como se evaporaría la proyección internacional que ha hecho de Barcelona un referente indiscutible de desarrollo y modernidad desde la celebración de los Juegos Olímpicos de 1992. Por si fuera poco, 540 empresas han dejado Cataluña desde el referéndum golpista del pasado 1 de octubre. Entre ellas, CaixaBank, Banco Sabadell o Gas Natural Fenosa. Un auténtico desastre, ya que la fuga de las grandes compañías supone perder 61.000 millones anuales del PIB catalán. Rajoy y su equipo deben actuar. Prolongar esta situación es un suicidio económico, social y político de funestas consecuencias.