El déficit seguirá golpeando
El Gobierno ya ha presentado sus líneas maestras para lograr la estabilidad presupuestaria en el trienio 2017–2019 intentando convencer, primero, a Bruselas y dando por sentado, segundo, que la opinión pública ya está más que convencida de que las cosas funcionarán de miedo —en el buen sentido de la palabra— a partir de ahora. Repasemos algunas de esas líneas maestras que para bien o para mal han de marcar el rumbo de nuestra economía. El punto primordial es el del déficit público, la gran asignatura pendiente de España y que no hay manera de meter en vereda. No puede decirse, a la sazón, aquello de “por más que nos esforcemos no hay manera de conseguir el objetivo de recortar el déficit”. No; porque se aprieta cada vez más en lo relativo a los ingresos, con unos aumentos de nuestras cargas tributarias que amenazan hacer de España un país simplemente insoportable por el esfuerzo fiscal con el que todos hemos de apechugar, gravámenes que desaniman a todo quisqui. El secreto del asunto radica en ese reto que no hay político que se atreva a encarar que es el de la reducción del gasto público.
Este año 2016 cerraremos nuestras cuentas públicas con un déficit del 4,6% sobre el producto interior bruto (PIB). Como normalmente los grandes referentes de nuestras finanzas públicas se suelen expresar en tanto por ciento, la verdad es que no nos enteramos del dinero que el conjunto de nuestro Estado – Administración Central, Comunidades Autónomas, Entidades Locales y Seguridad Social – acaba perdiendo. Así que intentemos traducir a lenguaje coloquial ese porcentaje. La previsión del PIB español para 2016, según el propio Gobierno, es de 1.114.716 millones de euros, o sea, para entendernos 1,114 billones de euros. Un déficit del 4,6% sobre ese PIB equivale a 51.277 millones de euros; esto es, el conjunto del Estado español en 2016 gastará 51.277 millones de euros más de lo que ingresará. Volvemos a lo de siempre. Si esto pasara una vez, bueno; si pasara dos veces, esgrimiríamos que tropezamos dos veces con la misma piedra pero cuando, como sucede en España reiterada y machaconamente, desde 2008 hasta hoy, y mañana, añadimos, saldamos deficitariamente nuestras cuentas es que padecemos una enfermedad crónica.
La gravedad del déficit público español es tal que este año 2016 seremos el país de Europa, de toda la Unión Europea de los aún 28 —hasta que se consume la salida, si sale, de Reino Unido— que cosechará el máximo déficit público por delante de Bélgica (-3,0%) de Grecia (-2,5%) de Francia (-3,3%) y de Reino Unido (-3,5%)
El déficit con que cerrarán los 19 países de la Zona Euro será, en promedio, del -1,8%, y el de los 28 estados de la Unión Europea, del -2,0%. En cifras mondas y lirondas, España en 2016 ingresará, gracias a la presión tributaria al alza, 421.809 millones de euros —por debajo de los 427.875 millones de euros previstos en el mes de abril por el Gobierno en funciones— y gastará 472.974 millones de euros —por encima de los 468.774 millones de euros presupuestados también el pasado mes de abril—. A la postre, 6.066 millones de euros menos que se ingresarán en 2016 y 4.200 millones de euros más de gasto, con lo que el déficit previsto inicialmente que rondaba los 40.900 millones de euros se dispara, en números redondos, a más de 51.000 millones.
Déficit previsto
Si el panorama de nuestras finanzas públicas queda ligeramente enturbiado para 2016, 2017 no será un año de grandes cambios porque el déficit público se prevé en el 3,6% sobre el PIB. Es decir, rondará los 42.000 millones de euros tomando el PIB previsto por el Gobierno, ya no en funciones, que ascendería a 1.157.156 miles de millones de euros —1,157 billones de euros—. Los ingresos públicos se elevarán en 2017 a 435.669 millones de euros mientras los gastos aumentarán a 477.790 millones. Otra vez, en 2017 España volverá a ser el país de la Unión Europea que salde sus cuentas con el mayor déficit y que la Comisión, a diferencia de lo que pronostica nuestro Gobierno, sitúa en el 3,8%, en cuyo caso sobre un PIB de 1.157.156 miles de millones de euros hablaríamos de casi 48.000 millones de euros.
Dos cosas están meridianamente claras: los ingresos públicos van al alza y los gastos públicos no van a la zaga. Si en 2015 los ingresos públicos fueron de 413.456 millones de euros, en 2017 los 435.669 millones suponen un aumento de 22.213 millones de euros. Confiemos en que nuestra economía galope porque de lo contrario los impuestos crecerán en progresión geométrica. En cuanto a los gastos, de recato muy poco. Los 468.421 millones de euros de 2015 saltan a 477.790 millones en 2017; por tanto, crecen en unos 9.400 millones. Y en 2018, la diferencia en las previsiones de déficit público entre lo que pronostica la Comisión Europea y lo que predice nuestro Gobierno son considerables. La primera lo establece en el 3,2% del PIB español y el segundo en el 2,2%. Ese puntito de diferencia no es baladí puesto que bajo un PIB estimado del orden de 1,210 billones de euros, a tenor de los cálculos de Bruselas nos iríamos a un déficit de unos 39.000 millones de euros y según Madrid a solo unos 27.000 millones. Así que 12.000 millones de euros andan en juego.
Nuestro Gobierno augura que en 2019 el déficit público se constriña al 1,3% sobre el PIB que, en base a sus proyecciones, alcanzaría 1,262 billones de euros. De ser así, equivale a suponer, que es mucho suponer, que nuestro déficit caería a más o menos unos 16.400 millones de euros. ¡Loado sea el cielo si tales vaticinios se cumplen porque ello significaría que por fin se ha entrado en una seria senda de corrección deficitaria!
En cuanto al reparto del déficit para el período 2016–2019 entran en juego los intereses de unos y otros, o sea, de la Administración Central y las Comunidades Autónomas. De hecho, las entidades locales, encarnadas fundamentalmente por nuestros ayuntamientos, llevan cuadrando sus cuentas últimamente y esa tónica proseguirá entre 2016 y 2019. ¡Bravo por nuestros ayuntamientos que se han plegado a exigencias presupuestarias y se muestran celosos en el cumplimiento de déficit cero! Por eso, si en alguien puede confiar el votante, aun cuando siempre haya excepciones, es en los políticos de proximidad, los que pisan la calle, hablan con nosotros y escuchan a su gente.
Pagar las pensiones
La Seguridad Social irá reduciendo su déficit previsto para 2016 en el 1,7% del PIB, para 2017 en el 1,4% del PIB de ese año, en 2018 en el 1,2% del PIB de tal año y en 2019 en el 1% del que será el PIB de aquel ejercicio. Traduzcamos ese déficit a euros. En 2016 nuestra Seguridad Social liquidará sus cuentas con una pérdida de 18.950 millones de euros de conformidad con las previsiones oficiales mientras que en 2017 serán 16.200 millones. Ya en 2018 se reduciría el desajuste de la Seguridad Social a unos 14.500 millones de euros y en 2019, el año de la esperanza antideficitaria, a unos 12.600 millones de euros. En el horizonte, más o menos cercano, empero un desafío: ¿Cómo demonios cuadrar el pago de las pensiones en 2018, que incluirán las pagas extraordinarias cuando el fondo de reserva de aquellas se agote en el transcurso de 2017? Una buena pregunta que merece unos párrafos concretos.
Como verá el amable y paciente lector, no hablamos ahora de ese pulso deficitario que mantienen Administración Central y Comunidades Autónomas. ¡Es que este tío —por menda— es catalán, independentista y del Barça! Como en cierta ocasión me espetó una persona del auditorio, dentro del tiempo de coloquio, en una conferencia que di en La Coruña. Pues no, le respondí. «Lamentándolo mucho no ha acertado usted en nada. Uno es barcelonés, catalán, español, orgulloso de ser europeo, nada independentista y ¡del Espanyol!».
Bromas aparte, el calado del reparto deficitario merece unas líneas específicas porque es un tema que no se puede abordar superficialmente ni con algo de frivolidad, como a veces se hace. Así que le dedicamos otro trabajo al pulso deficitario entre la Administración Central y las Comunidades Autónomas. ¡Abrazos virtuales y entusiasmo a raudales!